domingo, 24 de abril de 2011

LA ORACION MAS PODEROSA DEL UNIVERSO

El camino espiritual es un camino sin promesas. En él el peregrino debe ingresar sin expectativa alguna. Lo que anticipadamente le es permitido saber es que es un camino de renuncia, de olvido de sí, de superación de los propios límites. Pocos son los que aceptan tales condiciones; sin embargo, ilimitadas son las dádivas al planeta provenientes de los que lo recorren. Ese camino conduce la consciencia al contacto con la vida inmaterial, y con niveles más allá. Sus paisajes se descubren según el grado de percepción del peregrino y su necesidad de tenerlos como instrumento de elevación.


Aunque sean muchos los aspectos inmaduros, los deseos y los planes de los que inician la trayectoria hacia el mundo espiritual, paso a paso las ilusiones les van siendo retiradas, revelando gradualmente la belleza que existe en su propio interior. De a poco les va siendo develado el gran secreto, guardado en el centro de la flor sagrada. No ofrece conocimiento intelectual —que es un estéril juego de conceptos—, sino sabiduría, llama de vida que reviste el fuego interior de cada ser.

El peregrino no espera ninguna realización; de cáliz se hizo canal amplio y desobstruido, para nada retener, sino estar siempre abierto al fluir de la savia de vida. No procura ver, oír, sentir o tocar cosa alguna con fines de deleite personal, sino que permite que la energía se aproxime, lo envuelva y lo penetre, pues nada sabe que no le sea revelado por ella. El peregrino recibe esa llama para caldear con ella el corazón de sus hermanos y despertar en ellos el resplandor de ese fuego. Por esa energía fue erguido de la oscuridad, por ella fue conducido a la senda interior, y, bajo sus orientaciones, camina por esa senda

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