jueves, 23 de agosto de 2012

Hillary, “misionera” en África

La secretaria de Estado Hillary Clinton y una verdadera legión de patrones de transnacionales efectuaron un largo periplo por África del 31 de julio al 10 de agosto de 2012. Durante todo ese viaje, la señora Clinton se pasó el tiempo hablando del altruismo y la filantropía de Estados Unidos. Una mascarada grotesca, como señala Manlio Dinnuci, cuando se conoce el desastroso balance colonial de Washington y de sus empresas en el continente africano.
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Visitó 9 países africanos –Senegal, Uganda, Sudán del Sur, Kenia, Malawi, Sudáfrica, Nigeria, Ghana y Benin– lanzando a diestra y siniestra sus «God bless you» cada vez que se encontraba ante un grupo de personas y jurando que Washington no tiene en África más objetivo que «fortalecer las instituciones democráticas, promover el crecimiento económico y favorecer el progreso de la paz y la seguridad».

La secretaria de Estado Hillary Clinton fue por lo tanto a África, en pleno mes de agosto, para hacer obras de caridad. La acompañaban en su noble misión los ejecutivos de las más importantes transnacionales estadounidenses. Es verdad que iban a hacer negocios, pero lo hacían guiados por el principio ético que la señora Clinton enunció en Dakar de la siguiente manera: «En el siglo 21 tiene que terminar la época en que los extranjeros vienen a extraer la riqueza de África para sí mismos, sin dejar nada o muy poco tras de sí.»
La señora Clinton, como todo el mundo sabe, es una convencida partidaria del comercio equitativo y solidario. Como el que se practica en Nigeria, cuya industria petrolera se halla bajo el control de las compañías estadounidenses, que se llevan a su país la mitad del crudo que se extrae, lo que representa más de 30 000 millones de dólares al año. Para las transnacionales, y para la élite que ocupa el poder en Nigeria, se trata de una colosal fuente de riqueza, de la que prácticamente nada queda para la población.

Según el Banco Mundial, más de la mitad de los nigerianos viven por debajo del umbral de pobreza y la esperanza de vida media es de apenas 51 años. La contaminación por petróleo, provocada por Shell, ha devastado el delta del río Níger cuya descontaminación llevaría, según un informe de la ONU, al menos 25 años de trabajo y miles de millones de dólares.

Lo mismo se está preparando, después de su separación del resto del país, para Sudán del Sur, donde se concentra el 75% de las reservas sudanesas de petróleo, riqueza a la cual se agregan importantísimas materias primas y amplias extensiones de tierras cultivables. La compañía texana Nile Trading and Development, presidida por el ex embajador estadounidense E. Douglas, ha acaparado en ese país, a cambio de una limosna de 25 000 dólares, 400 000 hectáreas de las mejores tierras y con derecho a explotar los recursos que hay en ellas (incluyendo los recursos forestales) durante 49 años.

El acaparamiento de tierras fértiles en África, tierras expropiadas que estaban en manos de la población, se ha convertido en un lucrativo negocio financiero, a cargo de Goldman Sachs y de JP Morgan, negocio con el cual especulan, utilizando sus propios fondos, la universidad de Harvard y otras prestigiosas universidades estadounidenses.
Sin embargo, la estrategia económica estadounidense en África está encontrando un formidable obstáculo. Se trata de China, país que construye puertos y aeropuertos, carreteras y vías férreas en condiciones muy ventajosas para los países africanos. Para tratar de vencer ese obstáculo, Washington recurre a su carta de triunfo: el Comando Africano (AfriCom), que «protege y defiende los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos reforzando las capacidades de defensa de los Estados africanos». 

En otras palabras, Washington se apoya en las élites militares africanas (a las que el Pentágono trata de reclutar ofreciéndoles entrenamiento, armas y dólares) para atraer a su órbita la mayor cantidad posible de países africanos.

Y cuando no lo logra, el AfriCom «dirige operaciones militares para proporcionar un ambiente de seguridad adecuado para el buen gobierno». Como la operación Odissey Dawn, emprendida por el AfriCom en marzo de 2011, que marcó el comienzo de la guerra destinada a derrocar el gobierno de Libia, el país que posee las reservas de petróleo más grandes del continente africano, y a acabar además con los organismos financieros de la Unión Africana, creados esencialmente gracias a las inversiones de Libia.
Por eso es que Libia tiene ahora un «buen gobierno», a las órdenes de Washington.

Fuente
Il Manifesto (Italia)

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