sábado, 8 de septiembre de 2012

Los campos akásicos y la dinámica evolutiva del universo. Ervin László

Dos veces candidato al Nobel de la Paz, este físico y filósofo de la ciencia húngaro aboga por “una cultura más ética”, desde un “interés transdisciplinar”.
Por Ima Sanchis

La dinámica de la evolución



Niño prodigio, virtuoso del piano, el húngaro Ervin László (Budapest, 1932) debutó a los nueve años con la Filarmónica de Budapest. Dos veces nominado para el Premio Nobel de la Paz, este doctor en Filosofía de la Ciencia con cuatro doctorados honoris causa creó el Club de Budapest, un laboratorio de ideas para un mundo más ético, y la Universidad del Cambio Global, que opera por Internet y ofrece un programa de graduación en economía, arte y religión.

Tiene 75 libros publicados, entre ellos El cambio cuántico: cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la sociedad , El cosmos creativo y La revolución de la conciencia , editados por Kairós. Sus investigaciones le han llevado a defender la existencia de un campo cósmico de interconexiones que conserva y transmite información. “La política de partidos está obsoleta, en el futuro las personas se auto organizarán en grupos –señala–. Creo en una realidad superior que puede incorporarse dentro del conocimiento científico”.


Concertista de piano, filósofo, físico…
Mi interés es transdisciplinar. De lo físico surgió lo biológico y más tarde lo social, psicológico, político. Es todo un continuo y yo siempre he querido entender qué proceso hay detrás de todo ello y cuál es nuestro lugar dentro de ese proceso.

Y fundó el Grupo de Investigación sobre la Evolución General.
Quería saber más y era consciente de que solo no lo iba a conseguir, así que reuní a un grupo de científicos y pensadores para desarrollar una nueva teoría general de la evolución que iluminara el camino de un mundo mejor en respuesta a la rápida proliferación de armas nucleares.

Y el Club de Budapest (1993).
Para cambiar el rumbo de nuestro mundo (insostenible, polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética y el humanismo. Los líderes no estaban dispuestos a hacer nada. Nosotros, científicos de distintas áreas, defendíamos otro tipo de crecimiento, que hoy llaman sostenible, y teníamos claro que necesitábamos líderes de opinión para difundirlo. Entre los primeros miembros estaban el Dalái Lama, Milos Forman, Mijaíl Gorbachov, Yehudi Menuhin, Rostropóvich, Arthur Clarke, Desmond Tutu. Ahora ya somos sesenta.

¿Y ha encontrado una teoría científica que sustenta esa lucha?
Creo que hay un campo de información como sustancia del cosmos del que participamos todos. Esa dimensión que no se puede observar pero que es real hace que todas las cosas se conecten entre sí y es también una memoria: cuando algo tiene lugar, la información permanece en esa dimensión.

Lo ha llamado campo akásico.
Hace 5.000 años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa , matriz de toda materia y fuerza del universo. Me di cuenta de que esa idea era la que yo intentaba definir como campo psíquico profundo y le cambié el nombre. Hoy muchos científicos trabajan con ella.

¿Tiene bases científicas?
Sí, tengo varios libros publicados que ahondan en ello. El campo akásico crea coherencia entre los distintos campos (electromagnético, gravitatorio, nuclear, cuántico y el de Higgs) y explica los misterios que las diversas ciencias compartimentadas no son capaces de explicar, por ejemplo: no se entendía cómo organismos complejos se transformaban en otra especie, capacidad sin la cual todavía seríamos algas marinas.

Las llaman mutaciones espontáneas.
Fred Hoyle, reconocido cosmólogo y físico inglés, calculó la posibilidad de ese azar: “Equivale a que un huracán entre en un desguace y que su paso deje un avión montado”.
Todo está autoorganizado. Otros científicos y yo creemos que el campo akásico está implicado en la evolución de los universos.

¿Cómo evolucionan los universos?
Nacen unos de otros. Al big bang se le llama ahora el big bounce (el gran rebote). Un universo como el nuestro va expandiéndose hasta que se colapsa y empieza a contraerse hasta una dimensión cuántica, toda la materia del universo acaba en la cabeza de un alfiler, y entonces la fuerza de expansión es tan fuerte que ocurre una explosión que crea nuevos universos.

¿Y vuelta a empezar?
La información que se ha generado en este primer universo es heredada por el segundo, de la misma manera que un cigoto tiene la información de los padres. El campo akásico es holográfico, la información de toda la imagen está en cualquier punto. Todo está conectado y nada desaparece.

Entonces, usted o yo, ¿contenemos toda la información del universo?
En un estado alterado de conciencia podemos acceder a esa información que no está en el cerebro pero que este es capaz de capturar. El gran error del mundo moderno ha sido considerar que todo lo que no se puede oír, tocar o ver es una ilusión. La realidad fundamental no es observable directamente.

Por ejemplo: si tiro una lapicera observo cómo opera la gravedad, pero no puedo ver el campo gravitatorio, sólo el efecto. Todas las fuerzas de la naturaleza están en esa dimensión más profunda y sólo observamos los efectos. Yo baso mi teoría en la física cuántica, en las observaciones biofísicas de los seres vivos, en la psicología transpersonal y en la cosmología que estudia los multiversos.

¿Cómo explica la convulsión actual?
Es parte de la dinámica de la evolución, cuando se alcanza un punto crítico, el punto de bifurcación, el sistema o bien se desmorona o bien se reorganiza de otra manera para estabilizarse.

Estamos en ese punto crítico.
La Tierra es como una nave espacial con una tripulación de 7.000 millones de personas. Recibe energía del Sol pero no materia, por tanto la regla es sencilla: hay que reciclar, vivir en armonía entre nosotros y con el planeta, crear una cultura más ética.


Conciencia multidimensional. Ser consciente



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