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domingo, 24 de febrero de 2013
Tráfico de órganos: un nuevo crimen del siglo XXI
La medicina de trasplante de órganos es una tecnología increíble para salvar vidas… bajo circunstancias normales. Desafortunadamente, debido a los escasos órganos disponibles, el nuevo crimen del siglo 21, el trafico de órganos, provee órganos a la gente con dinero, quienes pagan muchos dólares por una nueva vida.
El régimen chino clama que su fuente de órganos son los presos ejecutados, pero las cifras no cuadran. Según datos recopilados en 2006 por los autores de “Cosecha Sangrienta”, David Matas y David Kilgour, en los años 2000-2005 hubo 41.500 trasplantes de órganos, de los cuales, los practicantes de Falun Gong son la fuente más probable. El régimen chino comenzó a perseguir y detener adherentes de Falun Gong en 1999.
El tráfico de órganos consiste en sustraer y vender órganos de personas que no donan sus órganos voluntariamente, o de donantes que venden sus órganos en circunstancias éticamente cuestionables. Esto está sucediendo en muchos lugares del mundo, pero especialmente en China.
La escena del crimen requiere de un donante, un médico especializado y un quirófano. A menudo, también hay un receptor en las cercanías, ya que los órganos no sobreviven por mucho tiempo fuera del cuerpo.
Por ser muy lucrativo, llevar a cabo este crimen es muy tentador para delincuentes, y además la demanda es acuciante. Generalmente, a los destinatarios no se le dice de dónde proviene el órgano, y los cirujanos que realizan los trasplantes pueden también no tener en claro cuál es la fuente del órgano.
El tráfico de órganos viola los derechos humanos fundamentales, pero se mantiene bajo el radar, y la policía y otras autoridades que deberían actuar no están tomando seriamente el tema, dijo Ashok Vaseashta, director del Instituto de Convergencia de Ciencias Avanzadas de EE. UU. y contratista del Departamento de Estado de EE. UU.
Esto puede pasar en una variedad de maneras, según Debra Budiani-Saberi, antropóloga médica que ha estudiado el tráfico de órganos desde 1999. Personas en situaciones vulnerables, como refugiados, pueden ser obligados a endeudarse y luego ofrecerles una “oportunidad” de “donar” un órgano para pagar la deuda.
Otros donantes pueden ofrecer pagos con órganos, una práctica de explotación que está prohibida en casi todos los países del mundo debido a los obvios problemas de ética y el potencial abuso, dijo Budiani-Saberi.
En China, un punto central a nivel mundial para los trasplantes de órganos y el turismo de trasplante, los órganos se obtienen de las prisiones y el sistema de campos de trabajo forzado. Los donantes incluyen delincuentes convictos, así como disidentes políticos, tibetanos y seguidores de la práctica espiritual Falun Gong, según Arthur Caplan, profesor y director de la División de Bioética del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York.
“Cosecha Sangrienta” es un informe de investigación sobre el tráfico de órganos avalado por el Estado chino, en el que asesinan a los donantes en el proceso. Chinos acaudalados o personas de otros países que van a China por los trasplantes, obtienen los órganos de los detenidos en las múltiples prisiones y sistemas de campos de trabajo de China.
No hay manera de obtener ese número de trasplantes en China a menos que se esté realizando a demanda, dijo Caplan. “Lo que está sucediendo es que los chinos están ejecutando a demanda para conseguir los órganos”, añadió.
“Cosecha Sangrienta” documenta sitios web chinos que prometen riñones en una semana, e incluso aseguran un órgano de reemplazo en caso de que el primer intento de trasplante falle. En la mayoría de los otros países, que tienen estrictas leyes sobre los trasplantes de órganos, el tiempo de espera es típicamente más de un año.
Los médicos militares chinos tienen acceso a gigantescos bancos de órganos vivos encerrados en los vastos campos de trabajo y sistemas penitenciarios del país, y han averiguado cómo sacar provecho de eso, según “Cosecha Sangrienta”.
Practicantes de Falun Gong que han sobrevivido a los sistemas de campo de prisión o de trabajo forzado, reportaron haber sido sometidos a análisis de sangre y exámenes físicos durante su reclusión, según casos documentados por los autores del informe. Los análisis de sangre son esenciales para determinar la compatibilidad entre el donante y el receptor.
Uno de los receptores de órganos que se reunió con Matas y Kilgour relató dos viajes separados a un hospital militar chino en Shanghai, donde le presentaron ocho riñones antes de poder encontrar el compatible. El hombre contó que el médico militar, el Sr. Tan, tenía un portapapeles con una lista que revisaba antes de regresar con los riñones nuevos después de un período de dos a tres horas.
Los órganos son valiosos porque son escasos, y esto hace que la extracción ilícita de órganos sea muy lucrativa. No es raro que los receptores paguen U$S 200.000 por un riñón. En 2005, en la página web del Centro de Asistencia Internacional de la Red de Trasplantes en China figuraba el precio de un riñón en U$S 62.000, un hígado entre U$S 98.000 y U$S 130.000 y un pulmón de U$S 150.000 a U$S 170.000. Toda la información sobre precios y tiempos de espera fue removida del sitio web después de que las denuncias sobre la masiva sustraccón ilegal de órganos se hicieran públicas en 2006.
Un estimado de U$S 50 mil millones recolectan anualmente los traficantes de órganos alrededor del mundo, según Vaseashta. El número se basa en una combinación de datos generalizados de distintas fuentes, como charlas telefónicas y correos electrónicos. Ya que los crímenes son ilícitos, recolectar datos es un reto pero sigue siendo necesario, explicó Vaseashta.
“La motivación es el dinero, y las conexiones financieras facilitan el comercio”, dijo Vaseashta, quien se unió a Budiani-Saberi, Caplan y a otros investigadores distinguidos en un panel en Nueva York, el 14 de febrero, titulado “Crímenes del siglo XXI: Tráfico de órganos, Salud y Seguridad Global”. El panel fue patrocinado por la Iniciativa Bioética Global, una organización sin fines de lucro que trabaja para mejorar la calidad de vida de poblaciones vulnerables a nivel mundial.
Caplan dijo que parte de la solución al problema en China es presionarlos para que cumplan con las normas internacionales de ética de trasplante de órganos. Agregó que el Departamento Estatal de Estados Unidos podría hacer más porque China es sensible a la presión, ya que quiere ingresar a la comunidad internacional.
China necesita entender que “es necesario ciertos estándares mínimos para ser parte”, dijo él.
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