miércoles, 7 de enero de 2015

Nueve estremecedoras evidencias físicas de la reencarnación

Además de que la reencarnación se menciona en algunas religiones, se han registrado casos que hacen suponer que un alma podría haber pasado a un cuerpo nuevo.

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Las historias seleccionadas por el portal ‘ListVerse‘ y presentadas a continuación, aunque carezcan de escrutinio científico, muestran signos que podrían generar dudas incluso entre los más escépticos.

Antojos

En algunas partes de Asia, cuando muere una persona, sus familiares le ponen una marca sobre el cuerpo -frecuentemente usando hollín- con la esperanza de que su alma se reencarne en la misma familia. Se dice que la marca se convierte en este caso en una mancha de nacimiento en un bebé que nacerá después.
‘The  Journal of Scientific Exploration’ menciona varios casos de bebés nacidos con manchas correspondientes a las marcas dejadas sobre los cuerpos de sus familiares muertos, entre ellos está el caso de un bebé birmano, que a los dos años también llamó a su abuela de manera peculiar, igual que su difunto marido.

Bebé nacido con balazos

Ian Stevenson, un profesor de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, se centró en el estudio de los defectos de nacimiento formados por causas desconocidas.
Uno de esos casos fue el de un bebé turco que, al parecer, llevaba vestigios de la vida de un hombre asesinado con una escopeta de un tiro en la parte derecha de la cabeza. El niño nació con una oreja deformada y la parte derecha facial subdesarrollada, defectos registrados en uno de cada 6.000 y en uno de cada 3.500 bebés respectivamente.

Paciente que ‘mató’ a su hijo y ‘se casó’ con él

Brian Weiss, un psiquiatra de Miami, contó en su libro el caso de una paciente llamada Diane, quien al ser sometida a la hipnosis se recordó como una joven colona norteamericana durante el conflicto con los indígenas. Relató que se ocultaba con su bebé de la persecución de los indígenas cuando ahogó a su hijo por accidente al cubrirle la boca para que con sus llantos no los delatara.
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Meses después de la hipnosis, Diane, quien trabaja de enfermera, se enamoró de un paciente suyo que sufría ataques de asma y que resultó tener la misma mancha de nacimiento en forma de media luna que su bebé ‘de la vida pasada’. El doctor Weiss asegura que conoce a varias personas con asma que tienen recuerdos de ahogamiento ‘de la vida anterior’.

Reencarnado y con la misma escritura

Taranjit Singh es un niño indio que desde los dos años de edad decía que su nombre real era Satnam Singh, hijo de Jeet Singh, y que había nacido en otro pueblo a unos 60 kilómetros de su casa.
Relató que era estudiante de noveno curso cuando falleció en un accidente de tráfico, y que llevaba 30 rupias en la cartera y libros que quedaron manchados con su sangre.
Al oír esta historia tan extraña, su padre Ranjit comprobó que en el pueblo mencionado un adolescente llamado Satnam Singh sí fue atropellado por un motociclista. Ranjit se encontró con dicha familia, que le confirmó los detalles mencionados por Taranjit. El último además identificó correctamente a Satnam en las fotos de la familia Singh.
El experto forense Vikram Raj Chauhan comparó la escritura del cuarderno de notas de Satnam con la de Taranjit y las encontró semejantes.

Nacida hablando sueco

El profesor Stevenson estudió a una estadounidense de 37 años de edad, quien al someterse a la regresión parapsicológica pasó a hablar sueco.
La mujer dijo haber sido un ciudadano sueco llamado Jensen Jacoby. Su vocabulario contenía cerca de 100 palabras, pero expertos confirmaron su acento como sueco y el habla como mezclada con noruego.
Entrevistas con los familiares de la mujer excluyeron que hubiera aprendido algún idioma escandinavo.

Memorias de monasterios

El psiquiatra californiano Adrian Finkelstein narra en su libro ‘Your Past Lives And The Healing Process’ la historia de un niño llamado Robin Hull, quien hablaba en un idioma desconocido con su madre. Un profesor de idiomas asiáticos lo identificó como un dialecto hablado en la región norteña del Tíbet.
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Robin, un niño de edad preescolar, contó haber estudiado hacía muchos años en un monasterio donde aprendió este idioma.   
La historia del niño llevó al profesor a viajar al Tíbet, donde encontró el monasterio descrito por Robin en la cordillera de Kunlun.

Quemaduras de un soldado japonés

Otra investigación de Ian Stevenson incluye a una niña birmana, Ma Win Tar, nacida en 1962 y quien desde la edad de tres años pasó a identificarse con un soldado japonés capturado por birmanos, atado a un árbol y quemado vivo.
La niña tenía defectos congénitos en ambas manos: su dedo medio y anular de la mano derecha estaban entrelazados y libremente unidos al resto de la mano. Le faltaban varios dedos o tenían anillos de constricción. Su muñeca tenía depresiones similares a las dejadas por una cuerda quemada.

Cicatrices de su hermano

Kevin Christenson murió de cáncer a los dos años en 1979. Una fractura de pierna había causado metástasis y la quimioterapia había sido ejecutada a través de la incisión en la parte derecha de su cuello. Un tumor había causado que su ojo izquierdo sobresaliera y un nódulo sobre su oreja derecha.
Doce años después, la madre de Kevin, quien se había divorciado y vuelto a casar, dio a luz a Patrick, quien desde su nacimiento tenía semejanzas con su hermano difunto. Tenía una señal parecida a una incisión en el lado derecho de su cuello, donde la cánula había entrado en el cuerpo de Kevin.
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Lo que es aún más extraño, tenía un nódulo en el mismo lugar donde lo había tenido Kevin. Igual que su hermano, Patrick tenía un problema con su ojo izquierdo, en el que encontrarían leucoma corneal. Cuando Patrick empezó a andar, lo hacía cojeando, aunque no había razones para ello.

De tal padre tal nieto

John McConnell fue letalmente baleado seis veces en 1992. Su hija Doreen dio a luz a un hijo, William, al cabo de cinco años. Los médicos diagnosticaron atresia pulmonar, una malformación congénita de la válvula pulmonar que impide que la sangre se bombee hacia los pulmones para que se oxigene.
El estado de William mejoró tras una serie de cirugías y tratamiento. Lo asombroso es que la patología de William reflejaba los daños que había recibido su abuelo, a quien una de las balas le entró por la espada, perforando su pulmón izquierdo y la principal arteria pulmonar de su corazón.
Un día en su afán para faltar a la escuela, William dijo a su madre: “Cuando eras una niña y yo tu padre, te comportabas mal de vez en cuando, pero nunca te golpeaba”.

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