viernes, 31 de julio de 2015

YHVH S.A.





Unos de los misterios que se esconde detrás de Yahvé es quien fue o es realmente este “dios”. Muchos son los que lo han perseguido tratando de dibujar su rostro, encontrar su nombre o crear un perfil psicológico de su figura. Tratar de identificar la efigie que se esconde detrás de ese nombre es tarea titánica ya que por más que queramos conjeturar quien es Yahvé, acabaremos errando estrepitosamente. Si nos guiamos por los textos bíblicos nos encontraremos con un Yahvé, que encierra en sí mismo una personalidad compleja y extremada, demasiado para ser una sola, la personalidad que se esconde tras él. Yahvé, es paranoico, obsesivo compulsivo, celoso, esquizoide, bipolar, psicópata, clasista, endogámico… Acabaríamos por sacar un perfil psicológico, ciñéndonos exclusivamente a los textos, ciertamente terrorífico alguien oscuro y sin una mínima chispa de luz, que invite a pensar que ese ser es siquiera un dios “creador” como los textos nos quieren hacer creer.

Yahvé se erige como creador del ser humano, padre nuestro que está en el cielo y sembrador de vida en nuestro planeta, hechos a su imagen y semejanza (semejante no es igual a él) pero, ¿cómo alguien que es capaz de crear a todas las criaturas, mostrando cierta capacidad de amor en su obra, se transforma en un ser colérico y genocida? Básicamente partimos de una idea limitada y coartada que nos dice que Yahvé es “uno” y eso es lo que nos induce al error.

Es conocida y popular últimamente, la historia sumeria de los dioses, Anu, Enki y Enlil, una historia fratricida en la que estos dioses tienen una encarnizada disputa por la propiedad terráquea. Se la reparten, se erigen como amos, y cada cual hace con su trozo lo que quiere, hasta que empiezan a quererlo todo y comienzan a matarse entre ellos (véase la mitología egipcia) Historia que según ha ido avanzando el tiempo quedo reflejada en distintos mitos, repartida por esos distintos pueblos, con distintos nombres y distintos entornos, pero con un germen común que une todos esos mitos en una historia planetaria. Junto con esos dioses, convivían distintos dioses afines (¿familia quizás?), que a ratos robaban protagonismo a estos principales actores, entran y salen a escena, de distintas formas, con distintos nombres, encarnando distintos roles, que acaban formando un drama Shakesperiano unas veces y Quijotesco otras.



Yahvé no es Dios, solo es una entidad igual a lo que seria tu banco o tu franquicia favorita.

Con esta amalgama de mitos, leyendas, escrituras y revelaciones, encajar una historia lógica, empuja casi a la fuerza estos roles, con la etiqueta que forma las siglas YHVH, que acabo formando el famoso Yahvé o Jehová. Me atrevería a afirmar que Yahvé, no es un ser, un dios o nada que se le parezca, es inútil buscar un malo o un bueno, y encajarlo tras la etiqueta Yahvé. Debemos partir de la base que YHVH no es un nombre, ningún dios antiguo, de ninguna civilización antigua, permitió que su nombre figurara en ninguna parte. Esos “nombres” por los cuales fueron conocidos no eran más que adjetivos teñidos de títulos nobiliarios, los cuales fueron adaptados a la lengua de cada pueblo. Enki, por ejemplo es el dios del agua y Enlil el dios del viento (y no sé cuántas cosas más), no son sus nombres reales, sus nombres jamás trascendieron, ni quedaron grabados o escritos, ya que poseer el nombre de alguien implica tener un control sobre él (según algunas creencias). Jamás hubieran trascendido sus planes de haber llegado al ser humano el nombre de estos seres, ya que la voluntad del Ser humano conectado a la fuente, verdadera energía de creación, hubiera socavado la voluntad de estos pretendidos dioses.

Los nombres reales de estos dioses han sido custodiados y conocidos solamente por unos pocos, estos seres, depositaron este conocimiento en los linajes que partieron de su propia sangre. Esos nombres pueden ser invocados por su real descendencia y llamados en un ritual preciso para lograr el apoyo y la voluntad de ese ser (pacto). Muchos de sus descendientes han encarnado distintos títulos que directamente los conectaba con dios, ya sean reyes o mesías, sus linajes se han conservado dentro de una enfermiza endogamia, que hemos visto, como a estas alturas esas prácticas, han llevado a tener familias regias con perfil mental ciertamente mongoloide.

Detrás de Yahvé, Jehová, Allah, están las mismas entidades, porque esas etiquetas, esos nombres incompletos de dios, no son más que un logotipo, una etiqueta que muestran tras la cual se halla una especie consejo o familias, de seres inteligentes. Los ángeles como Gabriel que interfirieron y compartieron con el hombre, en nombre de Yahvé, solo seguían los designios y la agenda de un consejo, una corporación o un clan. Las luchas fratricidas dentro de ese consejo, acabaron con distintos genocidios en la Tierra, luchas entre facciones dentro de esa entidad llamada Yahvé. Se puede concluir que uno u otro se dirigió directamente a sus acólitos y sacerdotes, interpretando los textos, por los distintos tipos de Yahvé que hay, a mi modo de ver, encajar a Yahvé, en la figura de Enlil o Anu, por ejemplo, es un error, ya que ellos tomaban arbitrariamente esta etiqueta según les parecía.

Muchos trataron de buscarle un sentido a esa entidad, pero el error partía desde el mismo inicio, en que se planteó que Yahvé era un ser, con personalidad compleja, pero únicamente uno, y no es así, si es tan complejo encerrar en un solo ser a ese dios, es porque no era uno, sino varios.

Es recurrente encontrarse con ciertas cifras que parecen puestas ahí, de forma casual, pero qué todo lo que acaba formando un patrón, deja de ser instantáneamente casual. Aun ves esta corporación como a un dios, pero solo tienes que echar un vistazo a cómo se comportan las empresas para darte cuenta que sus discípulos adoran a un dios societario, dictador y mercantil, que se apodera de los recursos y predica hambre y miseria. Yahvé, la corporación que forma doctrina religiosa en sus adeptos y convierte en esclavos a sus seguidores, Yahvé se comporta como Monsanto, un banco o cualquier multinacional farmacéutica, no hay diferencia en sus políticas, en sus mandamientos, en sus dogmas, corporativismo y consumo, que consume a quien las sigue. La fe de ayer es el corporativismo de hoy, globalización a golpe de talonario, dinero sacrosanto al que elevar nuestras plegarias, una forma de convertir en religión una empresa.






Estos son los nombres de los Yahvé de hoy, con el dinero como único evangelio.

Podríamos concluir que Yahvé es una sociedad anónima, anónima tanto en cuanto, no sabemos quienes están realmente detrás de ese logotipo, un adjetivo proclamado dios, que deposito sus ojos en nuestro planeta y fundo aquí su sede. Una empresa que manipulo y traumatizo al ser humano y lo fue guiando hacia su propia condena. Queda patente que detrás de la organización que hay detrás de Yahvé, acabo venciendo la facción más psicópata y enfermiza, un creador que masturba y desquicia su propia creación, desligándola de sí misma y formando un ser miedoso y acomplejado, del que es fácil extraer un producto, con el cual mercadear. Construir un entorno donde otras corporaciones (Federaciones) pueden exiliar a su disidencia y mantenerla bajo control férreo, contribuyendo a su vez a la producción de cosecha corporativa, la cual se está anunciando en los mejores hogares de la galaxia. Eres producto, eres fruto y desglose quántico de energía vital destilada y embotellada, eres la taurina que inmortaliza la vida de unos pocos federados en este selecto club de campo.

Muchos de nosotros, revolucionarios de salón, sin memoria, pero con un sentimiento interno que intuye su propia condena, fuimos disidentes en nuestro origen y acabamos engrosando las filas de esta cuarentena quántica carcelaria, la cual los amables textos sagrados llaman paraíso. Es más sencillo comprar el concepto que dice que esto es una guardería espiritual, que un centro penitenciario. Creadores creativos encerrados en una creación totalmente descreída de todo lo que hay en la creación. Aun muchos ven en Yahvé a un dios, muchos toman la facción enkineana como lo correcto, como los verdaderos creadores, pero no es más que otro engaño.

Por más que queramos buscar culpable, por más que queramos encontrar buenos y malos, todos los que forman parte, o formaron parte del grueso que habita detrás de la corporación Yahvé, son culpables y deberán ser juzgados por un pueblo soberano (con autoridad) y consciente. Debemos obviar y dejar de tratar de encajar a ese “dios” tras las barbas de un solo ente, aparcar un poquito a Enlil y a Enki ya que está claro que ambos forman parte de esa entidad bipolar, junto con los otros miembros que forman la constelación tras este malparido Yahvé.

Millones de personas muriendo bajo las directrices de una empresa que se cree Dios, hay que ser mentecato para seguir etiquetando como sagrado todas las diarreas que esa empresa nos legó, como vehículo, al que dedicar nuestra vida, nuestra fe y nuestro poder a su servicio.

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