sábado, 22 de agosto de 2015

¿HA SIDO LA HISTORIA DIRIGIDA POR SOCIEDADES SECRETAS? (1)

A través del libro El Código Da Vinci, Dan Brown abrió una puerta que dejaba entrever ciertos secretos celosamente guardados durante siglos. Se abrió una puerta que nos llevaba a ver y a conocer aspectos ignorados o que, como por casualidad, habían pasado desapercibidos. En Ángeles y Demonios, Dan Brown libera otro secreto aun más peligroso: la guerra abierta contra el poder de la Iglesia, capitaneada por la sociedad secreta de los denominados "Illuminati". La pregunta que nos podemos plantear es: ¿quién está manejando los hilos de la sociedad?







La conspiración y los ritos iniciáticos vinculados a las sociedades secretas, no son temas nuevos. En el siglo XI Hasan ibn Sabbah fundó una secta inspirada por una rama fanática del ismailismo, los Asesinos o Hashashin, que significa «los que consumen haschís». Ejecutaban a sus víctimas con gran crueldad, impulsados por un estado de euforia criminal que les propiciaba el uso de esa droga. En el siglo XIII fueron condenados a muerte más de doce mil miembros del citado grupo. Muchos lograron salvarse y se dispersaron por Siria, sin que actualmente se sepa que ocurrió con los supervivientes de la secta.

En 1776 Adam Weishaupt crea la secta de los Iluminados de Baviera, conocidos como Illuminati. Su objetivo oficial y explícito era conducir al ser humano al correcto camino de la espiritualidad primitiva. El método para lograrlo era erradicar los gobiernos y las propiedades privadas, derrocando monarquías e instaurando repúblicas autoritarias. Aunque las fechas son confusas, en 1785 la orden fue oficialmente disuelta, aunque no desapareció. Pero hay otros aspectos que aluden a la masonería, los rosacruces, o los que vinculan las tramas secretas de conspiración mundial con algunas siglas, como, por ejemplo, la OSS, denominación de un grupo de investigación precursor de la CÍA actual, o bien la Logia P2, una de las sociedades más poderosas que hubo en Italia.



Miles de personas han leído la obra Angeles y Demonios, y su lectura ha generado la duda de si realmente explica situaciones reales. Sólo es preciso recordar los atentados de las Torres Gemelas o las guerras de Afganistán e Irak, para darnos cuenta de que algo está ocurriendo. Todo parece indicar que estamos viviendo en un Nuevo Orden Mundial. Ésta es una frase popularizada por George Bush padre durante la primera Guerra del Golfo. Todo parece indicar que George Bush tiene cierta vinculación con los illuminati. La pregunta es: ¿quién dirige este Nuevo Orden Mundial? Quizá la respuesta sea los gobiernos que están en la sombra, quizá dirigidos por determinadas sociedades secretas. Pero todavía queda otro interrogante por resolver: ¿qué objetivo tienen estas sociedades secretas?

La realidad que hay detrás de la obra de Brown es sutil, reveladora e inquietante. Si realmente queremos saber cuáles son los mensajes secretos que se esconden en Ángeles y Demonios tenemos que remontarnos unos cuantos siglos atrás en la historia. Así podremos conocer el pensamiento de Galileo y cómo era la sociedad científica en la que vivió. Es el momento histórico en que el conocimiento y el dogma toman caminos divergentes, y la Ciencia se ve impelida a refugiarse en el ocultismo.

Galileo Galilei (1564 – 1642) fue un astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, relacionado estrechamente con la revolución científica. Eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes, como la música, la literatura o la pintura. Sus logros incluyen la mejora del telescopio, gran variedad de observaciones astronómicas, la primera ley del movimiento y un apoyo determinante al copernicanismo. Ha sido considerado como el «padre de la astronomía moderna», el «padre de la física moderna» y el «padre de la ciencia». Su trabajo experimental es considerado complementario a los escritos de Francis Bacon en el establecimiento del moderno método científico y su carrera científica es complementaria a la de Johannes Kepler. Su trabajo se considera una ruptura de las teorías asentadas de la física aristotélica y su enfrentamiento con la Inquisición romana de la Iglesia católica suele presentarse como el mejor ejemplo de conflicto entre religión y ciencia en la sociedad occidental.



Galileo, que nació en Pisa cuando ésta pertenecía al Gran Ducado de Toscana, fue el mayor de seis hermanos, hijo de un músico y matemático florentino llamado Vincenzo Galilei, que quería que su hijo mayor estudiara medicina.

El cardenal Belarmino, que hizo quemar a Giordano Bruno, ordenó que la Inquisición realizase una investigación discreta sobre Galileo a partir de junio de 1611. A pesar de pasar meses removiendo cielo y tierra para impedir lo inevitable, es convocado el 16 de febrero de 1616 por el Santo Oficio para el examen de las proposiciones de censura. Es una catástrofe para él. La teoría copernicana es condenada como «una insensatez, un absurdo en filosofía, y formalmente herética». El 25 y 26 de febrero de 1616, la censura es ratificada por la Inquisición y por el papa Paulo V.

El proceso comenzó con un interrogatorio el 9 de abril de 1633, donde Galileo no reconoce haber recibido expresamente ninguna orden del cardenal Bellarmino. Por otra parte, dicha orden aparece en un acta que no estaba firmada ni por el cardenal ni por el propio Galileo. Con pruebas endebles es difícil realizar una condena, por lo que es conminado a confesar, con amenazas de tortura si no lo hace y promesas de un trato benevolente en caso contrario. Galileo acepta confesar, lo que lleva a cabo en una comparecencia ante el tribunal el 30 de abril. Una vez obtenida la confesión, se produce la condena el 21 de junio.


Delante de la iglesia romana donde tuvo lugar el primer combate entre la fe y la razón, el sello de quienes contabilizan estos lances: uno de los 13 obeliscos que jalonan Roma.

Al día siguiente, en el convento romano de Santa Maria sopra Minerva le es leída la sentencia, donde se le condena a prisión perpetua, y se le conmina a abjurar de sus ideas, cosa que hace seguidamente. Tras la abjuración el Papa conmuta la prisión por arresto domiciliario de por vida. Giuseppe Baretti afirmó que después de la abjuración Galileo dijo la famosa frase «Eppur si muove» («Y sin embargo se mueve»). Pero según Stillman Drake, Galileo no pronunció la famosa frase en ese momento ya que no se encontraba en situación de libertad y sin duda era desafiante hacerlo ante el tribunal de cardenales de la Inquisición. Para Stillman, si esa frase fue pronunciada, lo fue en otro momento. El texto de la sentencia fue difundido por doquier: en Roma el 2 de julio y en Florencia el 12 de agosto. La noticia llega a Alemania a finales de agosto, en Bélgica en septiembre. Los decretos del Santo Oficio no se publicarán jamás en Francia, pero, prudentemente, René Descartes renuncia a la publicación de su Mundo.

Muchos, entre ellos Descartes, pensaron que Galileo era la víctima de una confabulación de los jesuitas, que se vengaban así de la afrenta sufrida por Horazio Grassi en su polémica contra el sabio florentino en torno a la naturaleza de los cometas, afrentas expuestas en su afilado escrito "El ensayador" ("Il saggiatore", Roma, 1623). Galileo permanece confinado en su residencia en su casa de Florencia desde diciembre de 1633 a 1638.


                                                            Tumba de Galileo en Florencia.

El 8 de enero de 1642 Galileo muere en Arcetri a la edad de 77 años. Su cuerpo es inhumado en Florencia el 9 de enero. Un mausoleo será erigido en su honor el 13 de marzo de 1736 en la iglesia de la Santa Cruz de Florencia.

Galileo, especialmente en su obra Diálogo sobre los principales sistemas del mundo (1633), cuestionó y resquebrajó los principios sobre los que hasta ese momento habían sustentado el conocimiento e introdujo las bases del método científico que a partir de entonces se fue consolidando.

A partir de Pío XII se comienza a rendir homenaje al gran sabio que fue Galileo. En 1939 este Papa, en su primer discurso a la Academia Pontificia de las Ciencias, a pocos meses de su elección al papado, describe a Galileo «el más audaz héroe de la investigación, sin miedos a lo preestablecido y los riesgos a su camino, ni temor a romper los monumentos». Su biógrafo de 40 años, el profesor Robert Leiber, escribió: «Pío XII fue muy cuidadoso en no cerrar ninguna puerta a la ciencia prematuramente. Fue enérgico en ese punto y sintió pena por el caso de Galileo».



En 1979 y en 1981, el papa Juan Pablo II encarga una comisión para estudiar la controversia de Ptolomeo-Copérnico de los siglos XVI y XVII. Juan Pablo II considera que no se trataba de rehabilitación. El 31 de octubre de 1992, Juan Pablo II rinde una vez más homenaje a Galileo durante su discurso a los partícipes en la sesión plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias. En él reconoce claramente los errores de ciertos teólogos del siglo XVII en el asunto.

El papa Juan Pablo II pidió perdón por los errores que hubieran cometido los hombres de la Iglesia a lo largo de la historia. En el caso Galileo propuso una revisión honrada y sin prejuicios en 1979. Pero la comisión que nombró al efecto en 1981 y que dio por concluidos sus trabajos en 1992, confirmó una vez más la tesis de que Galileo carecía de argumentos científicos para demostrar el heliocentrismo y sostuvo la inocencia de la Iglesia como institución y la obligación de Galileo de reconocer y prestar obediencia a su magisterio, justificando la condena y evitando una rehabilitación plena.



El propio cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en aquellos momentos, antes de devenir Papa, lo expresó rotundamente el 15 de febrero de 1990 en la Universidad romana de La Sapienza, cuando en una conferencia hizo suya la afirmación del filósofo agnóstico y escéptico Paul Feyerabend: “La Iglesia de la época de Galileo se atenía más estrictamente a la razón que el propio Galileo, y tomaba en consideración también las consecuencias éticas y sociales de la doctrina galileana. Su sentencia contra Galileo fue razonable y justa, y sólo por motivos de oportunismo político se legitima su revisión“. Estas declaraciones serán objeto de una fuerte polémica cuando en el año 2008 el ya papa Benedicto XVI tenga que renunciar a una visita a la Universidad de La Sapienza de Roma.

Galileo fue un abanderado de su tiempo, aunque no el único. Quizá el hecho de haber sido sometido a un juicio sumarísimo que le llevó a una posterior abjuración de sus teorías es lo que más ha trascendido al gran público. Pero el astrónomo de Pisa no estaba solo. A su alrededor y practicando la misma u otras disciplinas hubo muchos científicos que no siempre contaron con el beneplácito del poder establecido, que en aquel momento era la Iglesia. En la época de Galileo, investigar significaba depender de los ricos y poderosos mecenas, quienes a su vez se dejaban guiar u orientar por la Iglesia. Un mecenas, por importante que fuera, difícilmente podía apoyar a alguien cuyas teorías no cuadrasen con el canon establecido. Esto generó que algo que había permanecido oculto saliese a la luz. Algo que se mantendría durante largo tiempo. Se trataba de un tipo de conspiración o conjura. Pese al total dominio de la Iglesia había otras formas de pensamiento, otros sistemas de entender la vida y de comprender la magnitud de las cosas. Era preciso prescindir de los dogmas religiosos y, lógicamente, hacerlo en secreto.



En la época existieron numerosos grupos que, amparándose en el esoterismo y en el ocultismo de lejanas religiones orientales, dieron cauces a las nuevas ideas. Las sociedades secretas apoyaron los avances científicos y la ciencia se hizo conspirativa. Su objetivo era enfrentarse al poder establecido, liberarse de aquéllos que siempre les habían dictaminado qué y cuándo debían pensar. En muchos casos ya no era cuestión de defender una teoría científica, sino una forma de vida, de sociedad e incluso de política. Los conspiradores, o sea aquellos que no estaban conformes con el poder eclesiástico, debían unirse para actuar como una sola fuerza. Pero la verdad es que conspiraciones hubo muchas. Sea como fuera, las sociedades secretas llegaron a ejercer una altísima influencia. Consiguieron participar en episodios históricos tan relevantes como la Revolución Francesa, la Independencia de Estados Unidos y, ya más cerca de nosotros, en las guerras mundiales, por no hablar de otros hechos más contemporáneos. ¿Con qué fin? El autor de "Angeles y demonios" nos ofrece en su obra algunas pistas al respecto.


(Fuente: https://oldcivilizations.wordpress.com/)

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