¿Habrá un vínculo entre el flujo de muertes de financieros de Wall Street y las especulaciones sobre que serían los directores ejecutivos de los bancos quienes sacan provecho de los seguros?
Según opina el analista financiero Max Keiser, presentador del programa ‘Keiser Report’ en RT, las muertes pueden ser tanto suicidios como asesinatos. “Resulta que los bancos formalizan pólizas de seguros para la vida de sus empleados y los beneficios por fallecimiento se pagan a los bancos y no a las familias de los difuntos. En otras palabras, los bancos parecen estar involucrados en los ‘suicidios’ y la muerte de su gente como una manera de engordar su cuenta de resultados y premios. ¿Deberíamos estar sorprendidos con esta estafa mortal de banquero a banquero? Después de todo, no fue lo del 11-S sobre todo eso?”, acentúa.
Para argumentar este punto de vista, Keiser apela a un nuevo libro de James Rickards, ‘The Death of Money’ (literalmente, ‘La muerte del dinero’). La obra empieza con un resumen del monitoreo de la comercialización de las acciones de las aerolíneas en la bolsa (en particular, de las opciones ‘put’ que dan a su poseedor el derecho a vender un activo a un precio predeterminado hasta una fecha concreta) en los tres días anteriores al ataque del 11 de septiembre y de los ‘traders’ que lograron sacar provecho de la tragedia.
Según Keiser, Rickards es una “fuente fidedigna”. El autor de ‘La muerte del dinero’ trabajó para la CIA, es gerente de un fondo de cobertura y abogado. Aconsejó a las autoridades estadounidenses durante el colapso de Long-Term Capital Management L.P. [LTCM fue un fondo de inversión libre de carácter especulativo que tuvo que ser rescatado en 1998 por otras entidades financieras que acordaron una recapitalización de 3.600 millones de dólares bajo la supervisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos] y la liberación de los capturados durante la Crisis de los rehenes en Irán, cuando tras la revolución islámica de 1979 el nuevo Gobierno iraní tomó como rehenes a 66 diplomáticos y ciudadanos de EE.UU. y los mantuvo encerrados hasta enero de 1981. “Si alguien tiene una pista en el interior de los corredores de corrupción entre Wall Street y Washington, es el Sr. Rickards”, argumenta Keiser, quien le ha entrevistado en numerosas ocasiones.
“Tanto Rickards como yo coincidimos en que los precios de las acciones y los volúmenes comercializados en los mercados de opciones en vísperas de los ataques del 11 de septiembre mostraban con toda claridad que se estaba usando ilícitamente información privilegiada. Fue muy obvio que el conocimiento avanzado sobre los ataques estaba circulando entre los ‘traders’. Las opciones ‘put’ se comercializaban de la manera que uno espera después de un desastre, no antes”, explica el presentador de RT, que en su momento fue bróker de opciones en Wall Street.
Según Rickards, no hay manera de definir exactamente el origen de estas transacciones ni las partes involucradas, ni tampoco de seguir su trayectoria. Keiser, en cambio, insiste en que este tipo de transacciones siempre deja una huella documentaria claramente visible y en que es bastante fácil reconstruir quiénes fueron los “traders del terrorismo”. Desde su punto de vista, Rickards simplemente no quiere “señalar con el dedo a la CIA”, aunque tuviera “pruebas abrumadoras de que este comercio se originara allí”. Keiser subraya que sus propios vínculos en Wall Street siempre indicaban como fuente de los rumores a Alex. Brown & Sons, la empresa inversora más antigua de EE.UU.: el presidente de su junta administrativa, Alvin Bernard ‘Buzzy’ Krongard, fue designado director ejecutivo de la CIA en 2001.
“Para algunos, la historia del 11-S es una cosa del pasado ya (…), pero creo que hoy es importante tener en cuenta la crueldad de los banqueros de Wall Street que al parecer ahora se están matando unos a otros por el dinero de los seguros (…). Esta es la cultura de Wall Street que está destrozando a EE.UU.”, concluye Keiser.
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