Hay más verdad sobre el periodismo americano en la película “Matar al mensajero”, que narra el descrédito de los medios de comunicación a la labor de la periodista de investigación Gary Webb, de la que hay en la película “Todos los hombres del presidente”, que celebra las hazañas de los periodistas que destaparon el escándalo Watergate.
Los medios de comunicación apoyan ciegamente la ideología del capitalismo corporativo. Ellos alaban y promueven el mito de la democracia estadounidense – incluso mientras estamos siendo despojados de las libertades civiles y el dinero sustituye el voto. Seleccionan los especialistas y expertos, casi siempre procedentes de los centros de poder para interpretar la realidad y explicar la política. Por lo general, se basan en las notas de prensa, escritos por las empresas, para sus noticias. Y llenan la mayor parte de sus faltas de noticias con chismes de celebridades, historias de la vida, deportes y curiosidades.
El papel de los medios de comunicación es entretener o ser el loro de la propaganda oficial hacia las masas. Las corporaciones, que son dueñas de la prensa, contratan a periodistas dispuestos a ser cortesanos a las élites, y que ellos promueven como celebridades. Estos cortesanos periodísticos, que pueden ganar millones de dólares, son invitados a los círculos internos del poder, los que ostentan la “información privilegiada”.
Cuando Webb, escribió en el San Jose Mercury News exponiendo la complicidad de la Agencia Central de Inteligencia en el contrabando de toneladas de cocaína para vender en los Estados Unidos para financiar a los rebeldes de la Contra en Nicaragua, que estaban respaldados por la CIA, la prensa lo convirtió en un periodista leproso. Y a lo largo de las generaciones hay una larga lista de leprosos periodísticos.
Los ataques contra Webb se renovaron en publicaciones como The Washington Post, con motivo del lanzamiento de la película. Estos ataques son un acto de auto-justificación. Son un intento de los medios de comunicación para enmascarar la colaboración que existe entre ellos y la élite del poder. Los medios de comunicación, como el resto del establecimiento liberal, buscan envolverse en la chapa moral de la búsqueda valiente de la verdad y la justicia. Pero para mantener este mito tienen que destruir la credibilidad de los periodistas, como Webb, que saca a luz el siniestro y asesino funcionamiento interno del imperio.
Los principales medios de prensa del país – incluyendo The New York Times, que escribió que había “escasas pruebas” de lo que exponía Webb – funcionaron como perros de guardia para la CIA. Poco después de que Webb lo sacara a la luz en 1996, The Washington Post dedicó casi dos páginas completas a atacar las afirmaciones de Webb. El diario Los Angeles Times publicó tres artículos separados azotando tanto a Webb como a su historia. Fue un capítulo sórdido, repugnante y vergonzoso en el periodismo estadounidense. Pero hubo más. Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair, en el artículo de 2004 “Cómo la Prensa y la CIA mataron la carrera de Gary Webb,” detalla la dinámica de la campaña de desprestigio a nivel nacional.
El periódico de Webb, después de imprimir un mea culpa sobre, lo despidió. No fue capaz de volver a trabajar como periodista de investigación y, temeroso de perder su casa, se suicidó en 2004. Sabemos, en parte debido a una investigación del Senado liderado por el entonces senador. John Kerry, que Webb estaba en lo cierto. Pero la verdad nunca fue el problema para aquellos que se opusieron al periodista. Webb expuso a la CIA como un grupo de matones, de contrabandistas de drogas y de armas. Expuso a los medios de comunicación, que dependen de fuentes oficiales para la mayoría de sus noticias y por lo tanto son rehenes de esas fuentes, como siervos cobardes del poder. Había cruzado la línea. Y pagó por ello.
Si la CIA estaba canalizando cientos de millones de dólares en drogas en los barrios del centro de la ciudad para financiar una guerra ilegal en Nicaragua, ¿qué decía eso de la legitimidad de la vasta organización encubierta?¿Qué nos dice acerca de la llamada guerra contra las drogas? ¿Qué nos dice acerca de la insensibilidad del gobierno y la indiferencia hacia los pobres, sobre todo pobres de color en el apogeo de la epidemia de crack?¿Qué decía acerca de las operaciones militares llevadas a cabo sin escrúpulos fuera del escrutinio público?
Los medios de comunicación están plagados por la misma mediocridad y corporativismo que hay en las instituciones culturales y académicas, en los sindicatos, las artes, los partidos y las instituciones religiosas. Se aferran al mantra del auto-servicio de imparcialidad y objetividad para justificar su sumisión al poder. La prensa escribe y habla – a diferencia de los académicos que charlan entre ellos, con su jerga arcana correspondiente, por lo que a veces, no son escuchados ni comprendidos por el público. Y por esta razón la prensa es más potente y más estrechamente controlada por el estado. Desempeña un papel esencial en la difusión de la propaganda oficial. Pero para difundir eficazmente la propaganda estatal la prensa debe mantener la ficción de la independencia y la integridad. Debe ocultar sus verdaderas intenciones.
Los medios de comunicación, como C. Wright Mills señaló, son herramientas esenciales para la conformidad. Imparten a los lectores y espectadores su sentido de sí mismos. Ellos les dicen lo que sus aspiraciones deben ser. Prometen ayudarles a alcanzar estas aspiraciones. Ofrecen una variedad, consejos y esquemas que prometen el éxito personal y profesional.
Los medios de comunicación, como escribió Wright, existen principalmente para ayudar a los ciudadanos para que sientan que tienen éxito y que han cumplido con sus aspiraciones, incluso si no lo tienen. Ellos usan el lenguaje y las imágenes para manipular y formar opiniones, no para fomentar un auténtico debate democrático o para abrir un espacio público para la acción política libre y la deliberación pública.
Antonio fernandez / Conjugando adjetivos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario