Pasados tres años desde la catástrofe por el vertido de BP en el golfo de México, los científicos advierten de que su ecosistema “está mal” y de que existen riesgos para la salud humana.
Cientos de cadáveres de delfines y de tortugas marinas varados, peces y mariscos sin ojos, pescado con altos niveles de contaminación, manchas de petróleo en el mar y varias personas gravemente enfermas son algunos de los efectos que los científicos denuncian en la zona.
Según varios expertos, la tasa de crías de delfines muertos hallados varados en la playa fue seis veces superior a la media durante los meses de enero y febrero de 2013 y en total más de 650 delfines han sido encontrados varados en la zona del derrame de petróleo desde que comenzara el desastre, más de cuatro veces más que el promedio histórico.
Asimismo, se han hallado los cadáveres de más de 1.700 tortugas marinas entre mayo de 2010 y noviembre de 2012, última fecha para la cual se dispone de información. De media, el número de tortugas varadas anualmente en la región es de 240, aseguran los científicos.
“Estas muertes, especialmente las de un depredador como el delfín, son un fuerte indicio de que el ecosistema del Golfo está mal”, explicó Doug Inkley, científico principal de la Federación Nacional de Vida Salvaje de EE.UU. y autor de un informe publicado esta semana sobre la fauna afectada por el vertido.
La ‘solución’ agrava la catástrofe
Según los expertos, los más de 68 millones de litros de un producto químico dispersante vertidos como parte del plan de BP de limpieza de la zona, han consolidado el efecto tóxico del desastre sobre la vida marina y la salud humana.
El dispersante, llamado Corexit, provocó lo que algunos científicos han descrito como “una tormenta gigante de nieve negra” formada por diminutos glóbulos de crudo, que se ha esparcido por el océano y se ha asentado en el fondo del mar.
William Sawyer, un toxicólogo estadounidense que ha estudiado las concentraciones de hidrocarburos de petróleo en los peces y mariscos comestibles en la región, sostiene que “el uso de dispersantes ha hecho que el petróleo sea más fácilmente absorbido a través de las branquias de los peces y pase a su torrente sanguíneo” y de ahí a la cadena alimenticia.
Por su parte, Michael Robichaux, médico de Luisiana, una de las zonas más afectadas por el vertido, ha documentado 113 pacientes que enfermaron tras exponerse a los productos químicos asociados con el derrame durante las tareas de limpieza. “Trabajé durante 21 días en uno de los barcos que limpiaba el mar de petróleo y estuvimos expuestos directamente al Corexit en al menos tres ocasiones. Mi piel se llenó de quemaduras y comencé a tener problemas para respirar”, explicó Jorey Danos, uno de los pacientes de Robichaux. “Aún continúo teniendo estos problemas casi tres años después”, añadió.
Esta semana se cumplen tres años desde que la plataforma petrolera Deepwater Horizon de British Petroleum (BP) vertiera al mar 4,9 millones de barriles de petróleo en el golfo de México, en lo que hoy se considera el derrame marino de petróleo más grande de la historia.
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