María Verza | México DF
Estudiantes y policías frente a un cordón antidisturbios en Chipancingo, México. | Afp
Esta ley, que todavía tiene que desarrollarse, devuelve al gobierno federal las riendas de la política educativa (dominada por los sindicatos y los estados), establece un sistema de oposiciones para acceder al magisterio (hasta ahora los estudiantes –llamados ‘normalistas’- tenían garantizado el trabajo al finalizar sus estudios) y crea un sistema de evaluación para promocionarse o mantener el empleo.
Los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG) se pusieron en pie de guerra porque temen a perder sus empleos, porque dicen que la evaluación debe tener en cuenta las peculiaridades de cada región y porque no se fían de las intenciones del PRI. Además, se consideran "traicionados" por la izquierda.
Pero las protestas van más allá del magisterio. Hace unas semanas se unieron a las manifestaciones las policías comunitarias, que tomaron las armas para defenderse del crimen ya que, argumentan, nadie garantiza su seguridad.
«No es solo la reforma educativa, está la pobreza, la inseguridad de la delincuencia común y del crimen organizado (Guerrero no es solo ruta del narco sino lugar de siembra de droga), las carencias alimentarias, el abandono «explica a ElMundo.es René Jiménez, sociólogo de la UNAM especializado en violencia y seguridad pública. «Hay comunidades guerrerenses donde el 95% de la población vive en extrema pobreza y en ciudades como Acapulco son pobres el 52% de sus habitantes». El estado mexicano, según este académico, nunca ha atendido las demandas de esta población y por eso ahora hay un apoyo al movimiento de protesta liderado por los maestros. De hecho, Jiménez no descarta que pudiera degenerar en el surgimiento de una nueva guerrilla.
El director del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados de Acapulco, Raúl Fernández, coincide solo en parte con el profesor de la UNAM. Señala que aunque las reivindicaciones del magisterio son realmente más laborales que educativas, tienen fuerza porque se unen a la inseguridad y la pobreza, porque los sindicatos están muy organizados y tienen mucho peso y porque en México «los maestros son la intelectualidad del campo», con lo que son seguidos y respetados.
No obstante, Fernández considera que el movimiento popular está perdiendo fuerza precisamente por su radicalización y el uso de la violencia y no cree que pueda convertirse en movimiento guerrillero puesto que no tiene un proyecto claro como, por ejemplo, tuvieron en los 90 los zapatistas de Chiapas.
El gobernador de Guerrero, Angel Aguirre (PRD), asegura que se ha roto el diálogo, que los manifestantes intentaban provocar a la policía (que no hizo nada ante los ataque a las sedes de los partidos) y que los maestros iban armados (aunque en las imágenes del miércoles solo se vieron malos y tubos no armas de fuego).
Y el presidente Peña Nieto aseguró que los violentos serían castigados porque "de ninguna manera puede ser la violencia el instrumento para la transformación" del país. De hecho, aunque los maestros han anunciado un periodo de tregua hasta el próximo 1 de mayo, el ejército está en alerta y la Policía Federal tiene listos aviones no tripulados para vigilar posibles movilizaciones aunque, de momento, mantiene la prudencia, porque las confrontaciones directas en el pasado no han hecho más que alimentar el conflicto al denunciarse el uso excesivo de la fuerza. (En diciembre de 2011, por ejemplo, la acción policial contra protestas de ‘normalistas’ acabó con dos estudiantes muertos).
Mientras tanto, la sociedad en general es la principal afectada por las protestas que también han llegado a Michoacán (donde los ‘normalistas’ han saqueado camiones) e incluso a las instalaciones de la UNAM en el DF, donde un grupo de encapuchados mantiene tomada la rectoría pese a las críticas de muchos de los universitarios.
Los cortes en la Autopista del Sol (la que une Ciudad de México con Acapulco), como el ocurrido en plena Semana Santa, indignaron a los automovilistas; los empresarios están preocupados por los efectos en sus negocios y el pueblo en general se queja de que detrás de todos los actores en conflicto hay intereses particulares y corrupción. Pero, lo más preocupante, coinciden los expertos, es el paro en muchas escuelas.
«Al margen de la situación actual, los niños en Guerrero tienen un promedio de solo 100 días de escuela al año porque el resto del tiempo los maestros están en huelga y las condiciones de sus escuelas son terribles», lamenta el sociólogo René Jiménez. De hecho, Guerrero, junto con Oaxaca y Michoacán son los estados con mayor rezago educativo de México donde solo 8 de cada 10 niños superan las pruebas internacionales. Pero de los niños, estos días, casi nadie habla aunque todos dicen actuar en defensa de la educación.
¿Qué está pasando en Guerrero? ¿Los maestros se han convertido en vándalos? ¿Hasta dónde llegarán las protestas sociales? ¿Habrá más violencia? Hay pocas respuestas claras y unánimes pero lo único en lo que coinciden expertos y analistas es en la preocupación: todos temen que la situación empeore y se extienda a otros puntos del país.
- El sindicato que lidera las protestas declaró una tregua hasta el 1 de mayo
Esta ley, que todavía tiene que desarrollarse, devuelve al gobierno federal las riendas de la política educativa (dominada por los sindicatos y los estados), establece un sistema de oposiciones para acceder al magisterio (hasta ahora los estudiantes –llamados ‘normalistas’- tenían garantizado el trabajo al finalizar sus estudios) y crea un sistema de evaluación para promocionarse o mantener el empleo.
Los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG) se pusieron en pie de guerra porque temen a perder sus empleos, porque dicen que la evaluación debe tener en cuenta las peculiaridades de cada región y porque no se fían de las intenciones del PRI. Además, se consideran "traicionados" por la izquierda.
Pero las protestas van más allá del magisterio. Hace unas semanas se unieron a las manifestaciones las policías comunitarias, que tomaron las armas para defenderse del crimen ya que, argumentan, nadie garantiza su seguridad.
«No es solo la reforma educativa, está la pobreza, la inseguridad de la delincuencia común y del crimen organizado (Guerrero no es solo ruta del narco sino lugar de siembra de droga), las carencias alimentarias, el abandono «explica a ElMundo.es René Jiménez, sociólogo de la UNAM especializado en violencia y seguridad pública. «Hay comunidades guerrerenses donde el 95% de la población vive en extrema pobreza y en ciudades como Acapulco son pobres el 52% de sus habitantes». El estado mexicano, según este académico, nunca ha atendido las demandas de esta población y por eso ahora hay un apoyo al movimiento de protesta liderado por los maestros. De hecho, Jiménez no descarta que pudiera degenerar en el surgimiento de una nueva guerrilla.
El director del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados de Acapulco, Raúl Fernández, coincide solo en parte con el profesor de la UNAM. Señala que aunque las reivindicaciones del magisterio son realmente más laborales que educativas, tienen fuerza porque se unen a la inseguridad y la pobreza, porque los sindicatos están muy organizados y tienen mucho peso y porque en México «los maestros son la intelectualidad del campo», con lo que son seguidos y respetados.
No obstante, Fernández considera que el movimiento popular está perdiendo fuerza precisamente por su radicalización y el uso de la violencia y no cree que pueda convertirse en movimiento guerrillero puesto que no tiene un proyecto claro como, por ejemplo, tuvieron en los 90 los zapatistas de Chiapas.
Condena unánime a la violencia
Los partidos políticos, por su parte, han lanzado una condena unánime a los actos violentos –que los líderes de los maestros reconocen como suyos- y argumentan que el movimiento se está radicalizando por culpa de vándalos que atienden a intereses desestabilizadores que no detallan.El gobernador de Guerrero, Angel Aguirre (PRD), asegura que se ha roto el diálogo, que los manifestantes intentaban provocar a la policía (que no hizo nada ante los ataque a las sedes de los partidos) y que los maestros iban armados (aunque en las imágenes del miércoles solo se vieron malos y tubos no armas de fuego).
Y el presidente Peña Nieto aseguró que los violentos serían castigados porque "de ninguna manera puede ser la violencia el instrumento para la transformación" del país. De hecho, aunque los maestros han anunciado un periodo de tregua hasta el próximo 1 de mayo, el ejército está en alerta y la Policía Federal tiene listos aviones no tripulados para vigilar posibles movilizaciones aunque, de momento, mantiene la prudencia, porque las confrontaciones directas en el pasado no han hecho más que alimentar el conflicto al denunciarse el uso excesivo de la fuerza. (En diciembre de 2011, por ejemplo, la acción policial contra protestas de ‘normalistas’ acabó con dos estudiantes muertos).
Mientras tanto, la sociedad en general es la principal afectada por las protestas que también han llegado a Michoacán (donde los ‘normalistas’ han saqueado camiones) e incluso a las instalaciones de la UNAM en el DF, donde un grupo de encapuchados mantiene tomada la rectoría pese a las críticas de muchos de los universitarios.
Los cortes en la Autopista del Sol (la que une Ciudad de México con Acapulco), como el ocurrido en plena Semana Santa, indignaron a los automovilistas; los empresarios están preocupados por los efectos en sus negocios y el pueblo en general se queja de que detrás de todos los actores en conflicto hay intereses particulares y corrupción. Pero, lo más preocupante, coinciden los expertos, es el paro en muchas escuelas.
«Al margen de la situación actual, los niños en Guerrero tienen un promedio de solo 100 días de escuela al año porque el resto del tiempo los maestros están en huelga y las condiciones de sus escuelas son terribles», lamenta el sociólogo René Jiménez. De hecho, Guerrero, junto con Oaxaca y Michoacán son los estados con mayor rezago educativo de México donde solo 8 de cada 10 niños superan las pruebas internacionales. Pero de los niños, estos días, casi nadie habla aunque todos dicen actuar en defensa de la educación.
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