Japón es un país que ya ha tenido su ración de tsunamis. Sin embargo, el del pasado marzo de 2011 no será el último que vean sus costas. Para aminorar sus efectos, el país nipón ha dado prioridad desde el año pasado al desarrollo de una nueva clase de rompeolas artificial para evitar que un tsunami golpee la tierra firme con toda su potencia.
A diferencia de otros diques de protección conocidos, que de otra manera pueden obstaculizar el transporte marítimo y la estética del océano, estas barreras permanecen escondidas en el fondo del océano hasta que se activan por una alerta de maremoto, surgiendo de las aguas hasta 7,5 metros sobre el nivel del mar en apenas 10 minutos.
El pasado 28 de marzo se probó con éxito un primer segmento de nueve metros de este revolucionario sistema, la primera etapa de un perímetro defensivo de 230 metros que están construyendo tres grandes contratistas japoneses (Mitsubishi Heavy Industries, Obayashi Corp. y Toa Corp.) en la península de Wakayama, alrededor de la bocana del puerto de Shimotsu, una zona de alto riesgo de tsunamis.
Y mirando el vídeo se puede sospechar que hubiera escondida una compleja maquinaria debajo del agua que hace emerger las defensas 13 metros desde el fondo del océano para frenar la fuerza destructiva de un maremoto. Pero nada más lejos de la realidad.
Todo lo que necesitan los pilares de acero que forman el dique para emerger es un poco de aire. Cuando suena la alarma de tsunami, se bombea aire desde la orilla y se crea una bolsa de aire en el interior de la vaina de la columna, provocando que suban hacía arriba por flotación.
Cuando haya pasado la emergencia, el aire simplemente se suelta y las defensas anti-tsuanmi vuelven a hundirse hasta el fondo. Esto elimina una gran parte del mantenimiento mecánico que se requeriría con otro sistema.
Esta primera sección de la barrera anti-tsunamis forma parte de un proyecto de 730 millones de yenes (no llega a los 8 millones de €) que espera estar terminado y plenamente operativo en 2020.
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