Escrito por Félix Román Negrín Rodríguez para Periodísmo Alternativo
Hoy, estamos viendo con asombro cómo este mundo que nos rodea vive inmerso en un constante engaño, en una burbuja, en un laberinto que no encuentra la salida, una realidad ficticia que nada tiene que ver con programas, propuestas, iniciativas, con proyectos y visión de futuro. Todo es igual, caminamos como zombies sin un rumbo fijo, no pensamos ni meditamos antes de tomar una decisión. La población actúa por instinto, no con la lógica ni con la razón.
Pero…yo me pregunto ¿qué hacemos? ¿a quien acudimos?. Con quién podríamos desahogarnos, todo se ha convertido en una trampa, todo es un engaño, un espejismo.
Las instituciones que eran un modelo, un ejemplo de servicio al ciudadano, se ha convertido en un instrumento al servicio de unos pocos. Los medios de comunicación, o mejor dicho; de intoxicación contribuyen cada vez más a la degradación y empobrecimiento de los ciudadanos.
La televisión que en sus comienzos en la década de los años cincuenta y sesenta es hoy un claro ejemplo de la degradación y embobamiento de los telespectadores que sólo ven programas que denigran, insultan, y hasta ridiculizan a los ciudadanos.
La televisión era un medio que unía a las gentes, a las familias, se ha convertido en un medio insultante, chabacano, grosero, que no enseña valores, no educa; y en donde los ciudadanos se exponen al ridículo, por unos cuantos euros, a hacer el tonto.
Las reuniones entre personas en las terrazas de algún bar eran divertidas, amena. Se dialogaba, se planteaban propuestas, se hablaba de política, de historia, ahora sólo consiste en una reunión de simios que viven de fantasías, no se dialoga, las reuniones se basan en el insulto, en ofender e insultar al otro, plantean “razonamientos” que no tienen lógica. Hablan de cosas irracionales…sin sentido.
Y qué decir de la radio, más de lo mismo. Aquella radio que nos acompañaba en los momentos de soledad cuando estábamos deprimidos, o participábamos en concursos o programas para buscar salida a nuestros problemas.
La radio que formó y enseñó a tantos y tantos periodistas, que abrió puertas y ventanas es hoy por hoy un instrumento del pasado borrado del mapa por los móviles, y por los wassap que son el mecanismo y la herramienta que han convertido a la población en bobos, ignorantes.
Recuerdo las reuniones entre vecinos en aquellas calurosas noches de verano, eran frecuentes, donde la tertulia, la refrescante bebida, así como los juegos de azar; formaban parte del ambiente…ay aquellos simios que todavía no conocían la tecnología que nos invaden.
Lo peor de todo esto es que no nos hemos dado cuenta, llegó sin avisar. La tecnología si bien ha traído muchas ventajas, rapidez, y precisión; también ha sido un factor importante en la destrucción del ser humano, del pensamiento, del lenguaje y del sentido común.
La violencia como método y coacción forma parte también del escenario en el que se mueven los simios, la violencia contra el medio ambiente, contra los animales, y contra todo ser vivo está presente y no parece tomar otro camino.
Este planeta está en proceso de reestructuración, de cambios, lo estamos viendo día a día se buscan para ello políticos, economistas, científicos, personas con sentido común y el sentido de la razón.
En este planeta de los simios donde hemos construido armas de destrucción masiva capaz de socavar los cimientos de la humanidad, pero donde no somos capaces de incurrir en el diálogo y el consenso.
Un planeta donde la contaminación por el dióxido de carbono, los transgénicos de Monsanto, las guerras y la violación extrema van de la mano.
Nosotros, o al menos algunos con pensamientos positivos, y con el sentido de la lógica pareciera que somos los simios por pensar diferente, por discrepar, por razonar, lo que está bien, de lo que está mal. Somos los imperfectos, la especie rara que habita este planeta, parece que estamos de sobra.
Adoro a los simios, al menos los de mi generación. Que tiempos aquellos la época Neanderthal, de la Edad de Piedra, donde las tertulias, y el reparto de comida, así como la caza, respirar el aire fresco, era sumamente satisfactorio.
Podríamos recorrer, caminar en grandes extensiones de terreno sin ser vigilados por cámaras o facebook; y en donde las jaulas de cemento estaban hechas con juncos.
Ay… si los simios hablaran
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