Monjes budistas siembran más de ocho millones de girasoles para disminuir la radiación en Fukushima
Luego del terremoto y maremoto que azolaron Japón el pasado 11 de marzo, la planta nuclear Fukushima sufrió varios recalentamientos que afectaron a los sistemas de refrigeración y produjeron el peor accidente nuclear del mundo en 25 años. Pese a los esfuerzos, la magnitud del desastre provocó que la radiación se expandiera fuera de la zona de evacuación y contaminara el suelo de lo que era una rica zona agrícola.
Exámenes posteriores detectaron niveles de radiación excesiva en verduras, leche, carne, pescado, agua, te y el arroz. Este alimento básico de Japón y el mundo, dejó de ser plantado en zonas extensas y mucho del ya cosechado, fue objeto de embargos después de comprobarse que estaba contaminado con cesio.
Para intentar contrarrestar la catástrofe, el monje budista Koyu Abe, líder del templo de Goenji, que queda cerca de Fukushima, empezó a sembrar semillas de girasol, amaranto, mostaza de campo y cresta de gallo debido a que, se cree, son plantas que ayudan a absorber del suelo materiales radioactivos. Algo similar, con un énfasis en el sembrío del girasol, habría tenido éxito en 1983 luego del desastre de Chernóbil en Ucrania.
Por eso, los monjes de Goenji plantaron en los alrededores de su templo 200 mil flores y distribuyeron semillas para que los pobladores replicaran el método donde encontraran terreno disponible.
Hoy, más de ocho millones de girasoles que crecen en Fukushima provienen del templo del monje Abe. Queda ahora entender si el esfuerzo tiene más que una aliciente dosis de incentivo moral.
La científica precisó que aún no se sabe qué hacen las plantas para “desentenderse de la radiación”, pero adelantó que, en la actualidad, se está trabajando “en la asociación del uranio con un hongo que lo que hace es aumentar la superficie de raíces, por lo tanto, tendríamos un porcentaje de captación mayor con una simbiosis entre el girasol y este hongo, que con el girasol solo. En esa etapa estamos ahora, en aumentar la captación que tienen esas raíces que actuarían como una aspiradora: Absorbe, retiene y lo deja ahí”.
La función orgánica de absorción y control que desempeñan los girasoles no es exclusiva de su especie y en el ámbito de las tareas naturales tiene un nombre específico: Bioremediación.
“La bioremediación en términos más amplios abarca a cualquier sistema biológico que se utilice para descontaminar cualquier área. Puede ser que estemos hablando del aire, de una planta, de una enzima, un alga, es decir, cualquier sistema biológico que se utilice para descontaminar el medio ambiente se llama bioremediación”, afirmó la bioquímica.
Los aztecas mexicanos consideraron al girasol una flor sagrada y la bautizaron Alcahual que significa maravilla. Luego, los conquistadores europeos justamente maravillados por ella transportaron sus semillas al viejo mundo y la plantaron a partir del siglo XVI. De ahí en más, esta flor omnipresente no ha terminado de incentivar y provocar las más diversas búsquedas. La encontramos fulgurante en la película “Los girasoles de Rusia”, como símbolo político del Partido Verde de España y en al menos cinco cuadros de Van Gogh.
Hoy, como empieza a explicarse, se le ha encomendado también la noble misión de aliviar a los suelos de los residuos radioactivos.
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