La obsesión con el Fin del Mundo no es algo nuevo para la
Humanidad, a lo largo de los últimos tiempos el tema ha estado en la
preocupación popular en reiteradas oportunidades. No debemos olvidar las noticias que aparecieron
en la prensa sobre los supuestos cataclismos que sucederían al llegar al año
2000, acompañados por la predicción de un colapso informático mundial, que como
es sabido, nunca ocurrió.
Como nos recuerda Thomas Berry: “somos sólo una parte de
una Comunidad de vida en el Planeta Tierra. Nuestras leyes privilegian nuestros
derechos humanos y de propiedad, a expensas del derecho de todas las demás
formas de vida, incluídos los derechos del Planeta mismo.
Volvamos nuevamente a las palabras de Thomas Berry que nos señala:“Actualmente, la economía de nuestra sociedad tecnológica está dedicada a mover la mayor cantidad de recursos naturales con la mayor eficiencia posible para satisfacer a la sociedad de consumo; estos recursos terminarán sus días en un montón de deshechos, que no serán utilizados para producir nueva vida a través de la fertilización de campos y granjas, sino que muchas veces se convertirán en una fuente más de contaminación.Aumentar la velocidad y el volumen de esta actividad es la norma básica de lo que llamamos “progreso.”
Además, todos compartimos la sensación de que vivimos en una era de apresuramiento generalizado, que trae asociado consigo muy poco tiempo para la reflexión, pues simplemente sentimos que no tenemos tiempo para detenernos a pensar.
Como nos recuerda el cosmólogo Brian Swimme: “el ser humano ha aportado a la Tierra un nuevo nivel de violencia. Las estimaciones más conservadoras indican que actualmente el Planeta pierde una especie cada 20 minutos. Estamos ahogando muchas formas de vida con venenos químicos, hemos transformado muchos ríos en corrientes de deshechos tóxicos, y continuamos enviando millones de toneladas de gases tóxicos al sistema respiratorio de la Tierra.
Si observamos la Naturaleza, veremos que en ésta no existe nada que sea superfluo o que no cumpla una función, ya sea una planta, un pájaro o un árbol, cada cosa ocupa un lugar importante en la danza de la vida. La pregunta es: ¿y nosotros, los seres humanos, dónde quedamos situados en este esquema?
La era actual es el ejemplo clásico de una sociedad en el medio del cambio, pese a que fuimos educados en la presunción de que el sistema de valores imperante iba a permanecer constante para siempre, nos encontramos en una disyuntiva en la que no sabemos aún como responder de manera apropiada.
Antes de retomar nuestro acelerado camino de siempre, deberíamos preguntarnos, si realmente queremos que el mundo siga dividido en dospartes, una miserablemente pobre y otra que dilapida recursos de manera irreflexiva. Y luego, sentarnos quietamente, y analizar qué quiere decir para nosotros ser un ser humano, vivo, y compasivo; pese a todas las predicciones agoreras que se escuchan desde todos los rincones, debemos estar convencidos de que es la única salida viable que tenemos ante nosotros.
Ahora nos acercamos
a otra supuesta fecha “fatídica”: el año 2012.Según la información que circula
actualmente en muchos medios, el 21 de diciembre de 2012 concluirán varios
ciclos astronómicos, y se dice también que los mayas habrían predicho que en ese
preciso momento, llegaría a su fin.
Parecería que
hemos olvidado que los mayas tenían una concepción cíclica del tiempo, por lo
cual el final de un ciclo marcaba ineludiblemente el inicio de uno nuevo, por lo
que nunca podrían haber realizado una predicción de ese tipo.
La preocupación popular por una posible
catástrofe llegó también a esferas de la Nasa y motivó las respuestas de un
Astrobiólogo, llamado David Morrison.Este sostiene que no existen fundamentos
para predecir que en el año 2012 la Humanidad podría experimentar un evento
catastrófico que terminaría con la vida en el Planeta. Según Morrison,
«Existen muchas razones para preocuparse por el futuro de la Tierra, pero
absolutamente ninguna para señalar el Solsticio de Invierno de 2012 como un
momento especial».
Parecería que hay cosas más urgentes e
inmediatas de las que tendríamos que preocuparnos en este momento. Por lo
pronto, el planeta Tierra se ve cada día más agobiado por el creciente y
desmesurado peso de una humanidad que crece de manera descontrolada y que además
trata de manera desconsiderada a su Casa-Planeta, apropiándose ella sola de gran
parte de los recursos que fueron pensados para ser compartidos también por todas
las demás especies.
¿Qué es lo que nos estamos haciendo a
nosotros mismos?
El planeta no fue
diseñado para sostener la vida de
6.5 millones de personas, y esa población continúan aumentando diariamente.
Como
si esto fuera poco, en su afán desmedido de enriquecimiento, el ser humano está destruyendo de manera
egoísta los recursos naturales: lo prueban la rápida tasa de deforestación de un
recurso milenario como lo son las selvas tropicales, la constante y sostenida dilapidación y contaminación
de un recurso tan vital como es el agua potable y más aún, el aumento
vertiginoso de la tasa de extinción que ha hecho trepar hasta 25.000 la cifra de
especies que desaparecen por año.
Además, el
Calentamiento Global está causando el derretimiento de las capas glaciales, por
lo que, si esto continúa, el hielo derretido provocará la suba de los niveles oceánicos, borrando
las líneas costeras e inundándonos con agua.
Por ésto, cuando
nos ponemos a reflexionar y observamos lo que sucede en el mundo deberíamos
darnos cuenta de que los tiempos apocalípticos están ya presentes; a la
brevedad, la humanidad tendrá que escoger entre desparecer como especie pensante
o evolucionar hacia la integración armónica con todo lo que existe en el
Universo.
Volvamos nuevamente a las palabras de Thomas Berry que nos señala:“Actualmente, la economía de nuestra sociedad tecnológica está dedicada a mover la mayor cantidad de recursos naturales con la mayor eficiencia posible para satisfacer a la sociedad de consumo; estos recursos terminarán sus días en un montón de deshechos, que no serán utilizados para producir nueva vida a través de la fertilización de campos y granjas, sino que muchas veces se convertirán en una fuente más de contaminación.Aumentar la velocidad y el volumen de esta actividad es la norma básica de lo que llamamos “progreso.”
Las consecuencias de este accionar tan
irreflexivo están a la vista, y nuestras vidas se van a ver amenazadas
amenazadas con mayor frecuencia por fenómenos climáticos de consecuencias
imprevisibles.
El desastre que
enfrentamos es en muchos aspectos un desastre causado por nosotros mismos. Y
somos nosotros también los que debemos encontrar la solución. Si queremos
sobrevivir como especie, la Ecología deberá ser considerada como el asunto moral
de mayor prioridad. El no aceptarlo es a costa de nuestro propio
riesgo.
Además, todos compartimos la sensación de que vivimos en una era de apresuramiento generalizado, que trae asociado consigo muy poco tiempo para la reflexión, pues simplemente sentimos que no tenemos tiempo para detenernos a pensar.
Estamos viviendo
una época en la que todo cambia rápidamente, lo vemos en la incertidumbre que
genera actualmente un puesto de
trabajo, en el poco tiempo que duran la mayoría de los matrimonios,
pasando por el corto lapso en que un nuevo producto es destronado en el mercado
por otro nuevo. Nuestro mundo está cambiando a una velocidad que era impensable
hace sólo unas décadas y parecería que esa misma velocidad nos impide sentarnos
a reflexionar sobre el camino que estamos transitando.
Como nos recuerda el cosmólogo Brian Swimme: “el ser humano ha aportado a la Tierra un nuevo nivel de violencia. Las estimaciones más conservadoras indican que actualmente el Planeta pierde una especie cada 20 minutos. Estamos ahogando muchas formas de vida con venenos químicos, hemos transformado muchos ríos en corrientes de deshechos tóxicos, y continuamos enviando millones de toneladas de gases tóxicos al sistema respiratorio de la Tierra.
¿Puede ésta seguir
soportando nuestra violencia? Es imprescindible que entendamos el carácter
temporal de la creatividad de la Tierra; ésta fue en un tiempo capaz de crear
nueva vida, pero ese tiempo ya quedó atrás. La fertilidad de la Tierra es
diferente ahora, debemos saber que si las formas de vida superiores desaparecen,
no podrán ser recreadas: habrán desaparecido para siempre.”
Quizás ha llegado
la hora de preguntarnos: ¿es la especie humana viable, o estamos empeñados en
una loca carrera que nos lleva a la autodestrucción, arrastrando con nosotros a
los demás habitantes de la tierra? Quizás si pudiéramos frenar un poco el ritmo
vertiginoso en que estamos sumergidos, nos daríamos cuenta de que sería
conveniente ponerle fin a este tipo de mundo que hemos construido entre todos y
sentar entre todos los cimientos para una humanidad mejor.
Si observamos la Naturaleza, veremos que en ésta no existe nada que sea superfluo o que no cumpla una función, ya sea una planta, un pájaro o un árbol, cada cosa ocupa un lugar importante en la danza de la vida. La pregunta es: ¿y nosotros, los seres humanos, dónde quedamos situados en este esquema?
Muchos de nuestros
problemas y ansiedades, derivan de nuestra incapacidad para saber adónde debemos
estar, y sobre todo para qué. Casi todas las otras formas de vida parecen estar
libres de esa preocupación. Las rocas y las montañas están simplemente en su
lugar, y en cuanto a las plantas, ellas crecen en las regiones climáticas más
apropiadas para sus necesidades.
Nosotros, los seres humanos que tenemos
libertad de elección, parecemos estar aún buscando nuestro lugar en el
ecosistema.
Mucha de la presión para resolver estos acertijos de la vida,
provienen del hecho de que tratamos de encontrar nuestra solución como unidades
separadas de otros contextos y pretendemos que podemos sobrevivir sin
integrarnos a una red que nos engloba a todos.
Pero la vida es una suma de
interconexiones, y justamente, son estas interconexiones las que la hacen
posible; todos dependemos de todos y del mundo natural que nos
rodea.
Quizás esa
incertidumbre, esta molestia que experimentamos, sea, en un momento como éste de
caos generalizado, una ventaja, pues nos puede resultar más fácil dejar atrás
estructuras y conductas que han demostrado ser inoperantes. Un nuevo impulso nos
está llamando y estamos siendo convocados a responder a él. Las formas que hemos
creado en la sociedad ya no son las apropiadas, nos encontraremos en un mundo
que parece estar cayéndose a pedazos.
La era actual es el ejemplo clásico de una sociedad en el medio del cambio, pese a que fuimos educados en la presunción de que el sistema de valores imperante iba a permanecer constante para siempre, nos encontramos en una disyuntiva en la que no sabemos aún como responder de manera apropiada.
La era actual es el ejemplo clásico de una
sociedad en el medio del cambio, pese a que fuimos educados en la presunción de
que el sistema de valores imperante iba a permanecer constante para siempre, nos
encontramos en una disyuntiva en la que no sabemos aún como responder de manera
apropiada.
Antes de retomar nuestro acelerado camino de siempre, deberíamos preguntarnos, si realmente queremos que el mundo siga dividido en dospartes, una miserablemente pobre y otra que dilapida recursos de manera irreflexiva. Y luego, sentarnos quietamente, y analizar qué quiere decir para nosotros ser un ser humano, vivo, y compasivo; pese a todas las predicciones agoreras que se escuchan desde todos los rincones, debemos estar convencidos de que es la única salida viable que tenemos ante nosotros.
Quizás estemos aun a tiempo, pues como nos dice de manera tan hermosa
Brian Swimme:
Y es de esta manera y sólo de esta manera, que
permitiremos a la Tierra florecer una vez más”.
“debemos
recordar que somos la especie humana más joven, la más inmadura y la más nueva
de todas las formas avanzadas de vida del Planeta. Se puede decir que somos unos
recién llegados. Si podemos continuar cuestionándonos, desarrollándonos y
manteniendo la esperanza, si logramos llegar a sentir éxtasis por el fenómeno de
la vida, lograremos continuar moviéndonos hacia el único proceso que ahora
importa: nuestra auténtica maduración como especie.
Fuentes: Thomas Berry: “The dream of the
Earth”
Brian Swimme: “The Universe is a Green
Dragon”
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