El sábado pasado un terremoto de 7.7 grados, con epicentro a unos metros en el mar de la isla de Haida Gwaii en British Columbia, Canadá, generó alarmas de tsunami en diferentes lugares de la costa del Pacífico. Este terremoto tiene la peculariedad de ubicarse precisamente en el lugar donde en julio se levó a cabo uno de los más grandes experimento de geoingeniería, cuando el millonario estadounidense Russ George arrojó 100 toneladas de hierro en su intento de hackear el cambio climático.

La idea de George era generar una erupción de algas que absorbieran dióxido de carbono y luego se sumergieran a la profundida del océano –una técnica que se conoce como “fertilización del océano”.
El proyecto de George ha sido ampliamente criticado e incluso calificado como ilegal.

La escritora Naomi Klein escribe en el New York Times sobre los alarmantes peligros de la geoingeniería –que podrían alterar profundamente el balance del ecosistema. Klein se pregunta si el hecho de que, por primera vez en los 20 años en los que ha vacacionado en British Columbia, a 100 km de Haida Gwaii, observó hace unas semanas, después del experimento de George, unas orcas nadando cerca de la playa tenga que ver con este experimento.

Las 100 toneladas que arrojó George en esta zona no deberían, según lo que se conoce científicamente, de generar un terremoto –al menos no se sabe cómo es que esto pordía ser. Sin embargo, hay algo extraño y ominoso en que un terremoto de esta magnitud se haya generado justamente en ese lugar, más allá de que se encuentra en una zona propensa a los terremotos, a tan solo un par de meses de este experimento. Aunque esto parece una coincidencia, un evento con una causa disconexa al experimento de George, quizás de alguna manera ignota es un mensaje sobre los peligros de la geoingeniería.

[Canadian Awareness]