Proyectos de transportación de gas, que afectarían los intereses de los mayores protagonistas del mercado de hidrocarburos, son la razón principal detrás de la agresión contra Siria, opinan los expertos.
Siria ocupa un territorio muy conveniente para la transportación de gas y petróleo. En 2009 Bashar al Assad anunció la implementación de la ‘estrategia de los cuatro mares’, cuyo objetivo era convertir Siria en un nodo de transporte de petróleo y gas entre el Golfo Pérsico, el mar Negro, el Mediterráneo y el Caspio.
Por su territorio pasa el Gasoducto Panárabe (Arab Gas Pipeline), que conecta Egipto con Libia. También lo atraviesa el tramo de gasoducto que conectaba la ciudad iraquí de Kirkuk con el puerto sirio de Baniyas, aunque el tramo no funciona desde la intervención en Irak en 2003.
El verano de 2011 Siria firmó un convenio con Irak e Irán para construir un nuevo gasoducto que saldría del yacimiento de gas South Pars (Pars del Sur) en Irán, pasaría por Irak y Siria, y desde allí por el Mediterráneo llegaría hasta Europa. El proyecto, que costaría unos 10.000 millones de dólares, tendría una capacidad de transporte de 110 millones de metros cúbicos al día y empezaría a funcionar entre 2014 y 2016.
Naturalmente, tanto estos países como Europa se beneficiarían del proyecto. Pero el nuevo gasoducto afectaría los intereses de otros actores del sector de los hidrocarburos: por ejemplo, se quedaría al margen Turquía, el mayor transportador de gas de la región.
El periódico árabe ‘Al-Ajbar’ informa sobre la existencia de un plan aprobado por EE.UU. para la construcción de un nuevo gasoducto que transportaría gas de Catar a Europa a través de Turquía, Arabia Saudita, Jordania, Siria e Israel. No mencionó su capacidad, pero supuso que puede superar la capacidad de otros proyectos en la zona: el gasoducto Nabucco (también estadounidense) y South Stream. El gasoducto se ramifica en tres direcciones cerca de la ciudad siria de Homs. No es sorprendente que Homs sea uno de los lugares donde se han dado las batallas más fuertes en Siria, señala el analista de ‘Asia Times’ Pepe Escobar: allí se decide el futuro de Siria y de todo Oriente Medio.
Problema religioso
Problema religioso
Al problema económico contribuye el problema religioso, señala el periodista, economista y especialista en asuntos energéticos F.William Engdahl. Los países orientales, la mayoría de los cuales profesa el islam sunita, ven el proyecto como un ‘gaseoducto chií’, es decir, un gaseoducto que sale desde Irán -chií-, pasa por Irak -de mayoría chií- y llega a Siria -donde los chiíes están en el poder, incluido el presidente-, sostiene Engdahl.
La situación se agrava, recuerda el experto, por el hecho de que el yacimiento South Pars se ubica en la frontera entre Irán y Catar, que es sunita y aliado de EE.UU.
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