En la vida real, una mordedura de araña no nos dotará con superpoderes, pero un golpe fuerte en la cabeza puede que sí.
El síndrome de Savant o del Sabio fue primeramente reconocido por el Doctor J. Langdon Down en 1887. Éste puede presentarse de dos maneras: congénito o adquirido.
El savant congénito suele estar asociado con el autismo: 10 por ciento de la población autista presenta este síndrome, representando 50 por ciento de todos los casos conocidos del Savant. El savant adquirido, por otro lado, ocurre al uno por ciento de las personas que sufren una concusión grave y representa el otro 50 por ciento de la población total del síndrome.
Las personas con síndrome de savant (mayormente hombres, con un rango de seis a uno) desarrollan habilidades sorprendentes en un tiempo brevísimo. Los nuevos talentos suelen girar en torno a habilidades artísticas (pintura, música, entre otros), maestría matemática o una memoria impresionante.
Derek Amato, por ejemplo, descubrió su talento como pianista tras sufrir un grave accidente en una piscina, en el que 30 por ciento de su cerebro se vio comprometido. Derek nunca había tocado el piano antes en su vida. Tras el accidente, las notas eran fluidas como el agua.
Las personas con síndrome de savant suelen caracterizarse por una actitud obsesiva compulsiva para con sus nuevas habilidades. Una vez que descubren su talento, llevarlo a la práctica se vuelve una adicción. Curiosamente, este comportamiento también aparece en pacientes con demencia.
Las causas fisiológicas detrás del síndrome de savant siguen siendo un misterio. Sin embargo, algunos estudios han encontrado persistentes daños en el hemisferio izquierdo de los pacientes involucrados.
Bruce Miller, director del Centro UCSF de Memoria y Envejecimiento, en San Francisco, EUA, ha realizado estudios con tomografías computarizadas por emisión de un solo fotón (SPECT por sus siglas en inglés) para investigar más a fondo dicho fenómeno. Sus hallazgos, efectivamente, descubrieron actividad anormal en el lóbulo temporal anterior del hemisferio izquierdo, exactamente los mismos resultados que encontró en pacientes con demencia.
¿Qué es lo que hace a estos pacientes diferentes? Algunos científicos sostienen que la actividad cerebral de las personas con síndrome de savant está ligada a la neuroplasticidad (habilidad del cerebro para asignar más zonas corticales a actividades practicadas). Sin embargo, Miller sostiene que las áreas dañadas del cerebro, cuando estaban sanas, inhibían otros circuitos cerebrales. Al verse comprometida tal contención, los talentos escondidos pudieron desarrollarse.
Allan Snyder, neurocientífico de la Universidad de Sydney, llevó a cabo un estudio que corrobora la teoría de Miller. En éste, solicitó a 28 voluntarios que resolvieran un complicado acertijo. Ninguno lo logró. Al inhibir la zona cerebral típicamente dañada en pacientes con síndrome de savant (por medio de estimulación eléctrica transcaniana), más de 40% de los participantes lograron solucionarlo.
Sin embargo, la neurocientífica Berit Brogaard, del Centro de Neurodinámica en la Universidad de Missouri, sostiene aún otra teoría. Ella piensa que la muerte de neuronas provoca la secreción de neurotransmisores que conectan circuitos neuronales anexos. Brogaard sustenta su hipótesis en un estudio que llevó a cabo el agosto pasado, en el que observó que las habilidades desarrolladas por los pacientes estaban directamente relacionadas con la zona cerebral comprometida. Por ejemplo, si la corteza visual estaba dañada, la corteza parietal, inmediatamente anexa, presentaría una actividad inusual.
Lo que queda claro es que aún falta mucho por investigar en torno a este inusual síndrome. Las causas fisiológicas detrás del mismo siguen eludiendo a investigadores. Así mismo, la mayor incidencia en hombres es inexplicable.
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