miércoles, 19 de noviembre de 2014

Las 15 Películas que todo conspiranoico debería ver

El cine no solo ha servido para la difusión de la ideología dominante. Un puñado de películas, producidas dentro del sistema de estudios, ha ido más allá del mero entretenimiento apuntando a que la realidad que se nos presenta como única obedece en realidad al interesado diseño que beneficia a “alguien” o “algo” que se oculta detrás de las apariencias. Este es el listado de las más representativas de esta “filosofía de la sospecha”.
“Están vivos” (John Carpenter, 1988)
John Nada, un trabajador en paro, encuentra por casualidad una caja repleta de gafas de sol que permiten ver la realidad tal cual es: mensajes subliminales llamando a la obediencia, a la resignación y al consumo, alienígenas reptiloides infiltrados en todas las esferas de poder y un lema oculto en los billetes: “Este es tu Dios”. La película conspiranoica por antonomasia. 
“La cortina de humo” (Barry Levinson. 1997)
La sobreinformación como modo de anular el sentido crítico de los ciudadanos, la fabricación de la actualidad mediática al ritmo de los intereses del Poder y la profecía de que un presidente de los E.E.U.U. camuflaría un escándalo sexual con una becaria creando de la nada un conflicto bélico. ¿Suena a algo conocido? Inequívocamente, la realidad imita a Hollywood.
“Matrix” (Larry y Andy Wachowsky, 1999)
Reformulación hiper-sofisticada del mito platónico de la caverna, con la humanidad esclavizada por las máquinas sobreviviendo en un entorno que no es sino una gigantesca simulación de realidad virtual y un posible Mesías cuya función al final es solo la de perpetuar el sistema, amenazado por un virus autoreplicante -el agente Smith- al que deberá derrotar. Un envoltorio excesivo y ruidoso, prolongado luego en dos secuelas progresivamente decepcionanates, para un mensaje de estéril resignación. 
“Capricornio Uno” (Peter Hyams, 1978)
Ante la imposibilidad de materializar el primer aterrizaje humano en Marte, la NASA opta por simular el acontecimiento en un estudio de televisión. Los astronautas que integraban la misión cooperan hasta el momento en que, como parte del engaño, se hace creer al público que han muerto en un accidente durante el regreso. De pronto, que estén vivos se convierte en un obstáculo para la credibilidad de la historia oficial.
Brillante “thriller” de aroma añejo que funciona como comentario de uno de los temas recurrentes de la conspiranoia: la posibilidad de que el hombre nunca pisara la luna y el hecho fuera filmado y fotografiado en un plató cinematográfico.


“Dark City” (Alex Proyas, 1998)
Claro antecedente de “Matrix”, presenta la aparente realidad como el juguete de los Ocultos, seres capaces de alterar no solo el presente, sino también los recuerdos de los habitantes de una ciudad de la que parece imposible salir, y en la que nadie, salvo el protagonista, acusado de unos crímenes que no recuerda, se da cuenta de la contínua deconstrucción-reconstrucción que ocurre mientras todo el mundo duerme. Una pequeña joya ignorada de la ciencia ficción más desasosegante.
“JFK” (Oliver Stone, 1991)
La expresión “teoría de la conspiración” nació para calificar a quienes señalaron en su momento los agujeros de la versión oficial sobre el magnicidio de Kennedy. Oliver Stone reconstruye con pulso y amenidad la investigación del fiscal Jim Garrison en un largometraje que pese a superar las tres horas de duración no llega a cansar en ningún momento. Un film sobresaliente y un poderoso alegato contra las cloacas del poder político.
“Pi” (Darren Aronofsky)
Única “opera prima” de esta lista, el film, de escaso presupuesto pero desbordante imaginación, juega con la idea de que hay conocimientos que no se dan a nivel humano, sazonando su tesis con guiños a la reconstrucción del Tercer Templo y con una trama entre cabalística y pitagórica que podría conducir a su protagonista, Max Klein, a encontrar el nombre secreto de Dios encriptado matemáticamente en una cifra que a su vez, permitiría predecir las fluctuaciones de la Bolsa. 


“Network, un mundo implacable” (Sidney Lumet, 1976)
Otro film “profético”, que en fecha tan temprana como mediados de los 70 supo predecir el arrollador poder de la televisión para manipular la realidad, denunciando la dictadura del “share” de audiencia y la búsqueda del éxito a costa de la verdad, la profesionalidad o la mera decencia. El progresivo desmoronamiento moral y deterioro mental de un veterano presentador es servido como espectáculo a un público ansioso de novedades.


“Los tres dias del cóndor” (Sidney Pollack, 1975)
Un analista de la CIA que trabaja buscando mensajes cifrados en novelas de reciente publicación encuentra que todos sus compañeros han sido súbitamente asesinados, y que, si no consigue averiguar la razón, él será el siguiente. No sabe de quién se puede fiar, ni si es su propio gobierno el que le persigue. Una pesadilla kafkiana y una desoladora reflexión acerca de quién nos gobierna realmente, que luego continuaron “El informe pelícano”, “Enemigo público” y otras
“El mensajero del miedo” (John Frankenheimer, 1962)
Uno de los filmes más inquetantes respecto a la idea de que quienes detentan puestos del máximo poder pueden ser en realidad marionetas de intereses ocultos. En la película, el candidato a la presidencia de los E.E.U.U., un prestigioso héroe de guerra, ha sido, en realidad, programado por los comunistas por medio de un lavado de cerebro que, paradójicamente, funciona como la manipulación MK-Ultra de la CIA. El “remake” de 2004 no le llega a la suela de los zapatos al original.
“La conversación” (Francis Ford Coppola, 1972)
Una obra aparentemente menor en la abrumadoramente sobresaliente filmografía de Coppola, que justamente ese año rodaba su primer “Padrino”, pero que presenta con sobriedad y contención la pérdida de intimidad y, en consecuencia, de humanidad, en que nos ha situado el espionaje generalizado a los ciudadanos. Antes de que Assange y Snowden lo confirmaran, este film ya planteó la terrible sospecha de que la privacidad es una reliquia del pasado.
“Eyes wide shut” (Stanley Kubrick, 1999)
Obra póstuma del director “conspiranoico” por excelencia, el film presenta a una pareja en crisis que se asoma a una realidad que les desborda: la de los rituales esotéricos de la Élite, una aparente mascarada que oculta algo más. Como dice un amigo (por cierto, Pollack, director de la comentada “Los tres días del Cóndor”) al protagonista: “Si te dijera quiénes son esta gente, no dormirías”. El análisis de todas las claves del film llenaría páginas y páginas (web).
“Ciudadano Bob Roberts” (Tim Robbins, 1992)
Originalísimo falso documental que recrea la campaña electoral al senado de un nuevo rico del sur, más fascista que republicano, populista cantante folk y peón de intereses económicos inconfesables que no duda en fingir ser víctima de un atentado para ganarse al electorado (¿les suena?). De la sátira de lo que tiene la política “made in USA” de gran espectáculo circense vamos pasando al desvelamiento de la falsedad de un sueño americano que se presenta como pura apariencia.
“Siete días de mayo” (John Frankenheimer, 1964)
Segundo largometraje de Frnakenheimer en esta lista, presenta a un presidente de los EE.UU. al que su vocación de poner fin a la Guerra Fría enfrenta a una facción del ejército que no duda en planificar un golpe de estado. Pese a la ingenuidad de su desarrollo, articula la sospecha propia de la era post-Kennedy de que quien dirige los hilos de la política USA no es quien la ciudadanía elige, sino el lobby militarista.
Kafka, la verdad oculta (Steven Soderbergh, 1991)
Finalmente,  una marcianada (en el mejor sentido) que convierte a Franz Kafka en protagonista de un juego metaliterario con elementos tomados tanto de “El castillo” como de “El proceso” y que desvela la naturaleza totalitaria e inhumana del Poder. Una imaginativa recreación del espíritu del escritor checo y una notabilísima interpretación del gran Jeremy Irons.

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