Se teme que los monocultivos de banana y piña en Duacarí de Costa Rica y los químicos usados en zonas agrícolas de Saldaña en Colombia están afectando en manera extrema a los peces y causando enfermedades en los humanos.
Estudios paralelos de instituciones Académicas de Costa Rica y Colombia están alertando sobre el creciente uso de insecticidas y fertilizantes químicos agrícolas, con evidente impacto en los peces y enfermedades identificadas en los seres humanos que pueden estar relacionadas.
La investigadora Silvia Echeverría Sáenz de la Universidad Nacional de Costa Rica, señaló que análisis de las aguas del río Jiménez, en el Caribe, detectó residuos de tres a siete tipos de agroquímicos, insecticidas, plaguicidas y fungicidas que persisten en manera constante durante todo el año, informó ayer el medio El País de Costa Rica.
Uno de los tóxicos, el bromacil, agrava la contaminación ya que tiende a afectar las aguas subterráneas, sumado a este hecho, la zona es sensible a una alta precipitación, explicó la especialista. Esto permitiría que se extienda la contaminación.
Una situación similar denunció la profesora Marta Cristina Bustos del Departamento de Ingeniería Civil y Agrícola de la Universidad Nacional de Colombia, en los ríos Saldaña y Magdalena, durante una reciente sesión de cátedra sobre saneamiento de las aguas, informó la casa de estudios.
En el caso del Río Jiménez de Costa Rica, la alta presencia de agroquímico se encuentra en la cuenca media baja, cerca del pueblo Duacarí, donde las aguas reciben los drenajes de los monocultivos de banano y piña.
En el mismo río, pero en la cuenca alta, cerca del poblado del Suerre, donde no existen estos drenajes, no se registró contaminación de estos tóxicos.
Un estudio de Silvia Echeverría publicado en 2011 por el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional, ya mostraban estos altos niveles de contaminación en Duacarí tanto en 2009 como 2010, sin embargo otros científicos denunciaron este hecho en 2001.
“Los hallazgos del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) han detectado recurrentemente plaguicidas como bromacil, etoprofós, diazinon, difenoconazol, clorotalonil y terbufós, en el agua y en tejidos de peces en diferentes ríos del Caribe”, dice el análisis de Silvia Echeverría de 2011, citando tres estudio realizados por diferentes científicos en 2001, 2007 y 2008.
La especialista costarricense cree que el incremento de estos monocultivos de banana y piña y el hecho de que ambos son productos de exportación, inclinan a las empresas a un alto consumo de fertilizantes y plaguicidas químicos.
“En muchas ocasiones los cultivos no respetan las franjas de vegetación asociadas a las márgenes de ríos y quebradas, por lo que no hay un amortiguamiento entre las zonas de cultivo y los cuerpos de agua, produciéndose así mayores impactos sobre las comunidades acuáticas”, describe en el estudio.
Sin aclarar los efectos para el ser humano, Echeverría concluye que existe una “una disminución de la calidad del agua”, en las zonas con drenaje de agroquímico y una alta a extrema toxicidad en peces, según reporta El país. Advierte a su vez que la combinación de productos químicos aún se debe estudiar.
En los ríos Saldaña y Magdalena, de Colombia el estudio se centró en el distrito de Saldaña donde se encuentra la zona agrícola del departamento del Tolima. La profesora Bustos explica que “se encontraron tanto insecticidas de uso agrícola, como sustancias asociadas a los filtros solares, al igual que aditivos de alimentos y plásticos que no deberían estar en las aguas”.
“Estamos estudiando de qué modo se están acabando algunas poblaciones por la presencia de dichas sustancias y cómo se relacionan con efectos adversos en la salud, como cáncer de testículo y útero”, destacó la profesora Marta Bustos.
Desde México, el experto de plagas, Daniel Arturo Rodríguez de la Universidad Veracruzana recomienda el uso de insecticidas biológicos y no químicos. Uno de los productos desarrollados usa el árbol Neem para estos efectos, informa la Universidad.
De la misma opinión es el Dr. Francisco Díaz Fleisher, quien desarrolló junto a otras instituciones ambientales, el uso de otros insecticidas biológico para proteger los cultivos de Mango sin dañar el medio ambiente, y por consiguiente sin afectar la salud humana.
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