La crisis agudiza el “odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre”. El 50% de los indigentes ha sufrido agresiones violentas por parte de grupos criminales. El jugador del Real Madrid Karim Benzemá es de origen argelino y Radamel Falcao, del Atlético de Madrid, es colombiano. Como ellos, la Liga de fútbol española está repleta de extranjeros queridos, respetados e incluso admirados. Un sentimiento diferente al que despierta en la sociedad Mohamed, el chico que regenta la tienda de Kebabs, o Fernando, el ecuatoriano que espera en la cola del Inem a ser atendido.
Los cuatro son inmigrantes pero, para la filósofa y catedrática Adela Cortina, hablando de rechazo y xenofobia, la sociedad emplea un doble rasero con ellos. “El problema no es de raza ni de extranjería: es de pobreza”, señala.
Cortina: “La ‘aporofobia’ es el odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”
Ante la inexistencia de una palabra para definir esta realidad, Cortina decidió acuñar un nuevo término,aporofobia. “Dícese -podría constar en la caracterización, por analogía con otras- del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”, puntualizaba la filósofa en el año 2000 en el diario El País. “Ése es el que molesta, es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, razas y etnias habitualmente sin recursos”, añadía.
Aunque no existen censos y estadísticas respecto a la población “sin hogar” en España, se estima que en la actualidad hay unas 40.000 personas viviendo en la calle o temporalmente alojadas en albergues.Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia, asegura que alrededor del 50% de los indigentes ha sufrido agresiones violentas por parte de grupos criminales.
“El miedo que ha generado estos asaltos ha llevado a varios grupos de personas sin hogar a tomar la decisión de dormir juntos”, cuenta Ibarra. En RAIS Fundación, una entidad que lucha contra la exclusión social, también destacan este tipo de agresiones como algo habitual y aseguran que a menudo acuden en su ayuda indigentes con imponentes cicatrices por este motivo.
Motivos y consecuencias de la ‘aporofobia’
El principal problema al que se enfrentan las asociaciones que tratan con gente sin hogar a la hora de buscar soluciones al problema es el hecho de que, por lo general, no se denuncian las agresiones. “Ni siquiera cuentan con un domicilio social donde recibir la carta de citación para testificar”, lamenta Ibarra. “Por no hablar del prejuicio por parte de la Justicia si finalmente se deciden a denunciar”, agrega.
Ante el aumento del problema y las dificultades para acabar con él, el presidente de Movimiento contra la Intolerancia advierte de un posible incremento de la marginación y exclusión social como consecuencia. En este sentido, Adela Cortina señala que el mayor riesgo de la aporofobia es la invisibilidad de las víctimas. “Vivimos en una sociedad a la que no le interesa que se vean los excluidos y se prefiere que estén escondidos para que no molesten”, critica la filósofa, que advierte que con la crisis aumenta el problema. “La gente necesita ahora más la ayuda de quienes pueden darle algo a cambio y se olvida de los más desvalidos, de aquellos que no tienen nada que ofrecer”, señala Cortina.
“Una parte de nosotros se regodea al ver que hay gente que ha ‘fracasado’ en la vida, sólo para reforzar nuestro propio ‘éxito’. Entonces, se activa un mecanismo de desprecio. La crisis puede agudizar esta situación, o bien todo lo contrario, despertar la solidaridad”, apunta Emilio Martínez, profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad de Murcia, que asegura que el rechazo al pobre viene de lejos. “Es la mecánica del chivo expiatorio que ha existido siempre. Para los nazis fueron los judíos y en España ha ocurrido con los gitanos. Se trata de elegir un sector a quien echar la culpa de todos los males”, advierte Martínez.
Martínez: “Es la mecánica del chivo expiatorio que ha existido siempre. Se trata de elegir un sector a quien echar la culpa de todos los males”
“Esta disposición a admirar y casi venerar al rico y al poderoso y a menospreciar o, al menos, desdeñar a las personas de condición pobre y humilde, si bien necesaria para establecer y mantener la distinción de rangos y el orden de la sociedad, es, al mismo tiempo, la causa mayor y más universal de la corrupción de nuestros sentimientos morales”. En estos términos se expresaba el prestigioso e histórico economista Adam Smith en su libro Teoría de los sentimientos morales en 1759, lo que para Martínez es una evidencia de que el problema, aunque sin palabra recogida en la Real Academia Española, existe desde hace siglos.
A pesar de que la aporofobia viene de lejos, Luis Carlos Perea, director de Movilización de RAIS Fundación, teme que la situación se agrave en dos o tres años. “En la actualidad se tiende a ver a la persona como una unidad de gasto y su valor se determina en términos de rendimiento económico”, señala Perea. “O se cambian las políticas económicas que se están aplicando o vamos a encontrarnos con un fenómeno mucho más serio en unos años”, añade.
Para Esteban Ibarra el problema tiene otro inconveniente, el propio Código Penal. “El texto no mantiene el agravante para estas víctimas por su condición de pobres, pero sí lo hace por el color de piel, por ejemplo”, apunta. “Al no incluir este aspecto, la gente sin hogar queda más desprotegida aún”, se lamenta Ibarra.
Artículo de ALICIA RODRÍGUEZ de zoomnews.es
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