A pie de la Colina Capitolina, en el centro de Roma, se encuentra la iglesia medieval de Sant’Omobono, construida en el siglo XVI d. C. y dedicada a San Homobono de Cremona, patrón de los sastres. En el exterior de la iglesia se hallan ruinas excavadas de altares de sacrificio y templos datados de épocas tan antiguas como el siglo VI a. C. En los días del Imperio romano este lugar lo ocupaban dos templos gemelos, y se considera que la iglesia actual está situada justo donde se levantaba uno de ellos.
Los arqueólogos que desde el pasado verano trabajan en una excavación en el centro de la capital italiana afirman haber descubierto lo que podría ser el templo romano más antiguo. Actualmente el río Tíber se encuentra a unos 100 metros de Sant’Omobono. Pero cuando la ciudad estaba en proceso de creación, alrededor del siglo VII a. C., fluía cerca del lugar donde se ubica la iglesia actual. En ese lugar una curva formaba un puerto natural para los buques mercantes. Y precisamente ahí los antiguos romanos decidieron fundar un templo, que actualmente están excavando los arqueólogos.
“En ese momento Roma ya estaba comerciando con lugares tan lejanos como Chipre, Líbano y Egipto”, explica a la emisora de radio NPR Nic Terrenato, profesor de arqueología clásica en la Universidad de Míchigan (EE.UU.) y codirector del proyecto de excavación. “Por eso edificaron este templo, que era lo primero que veían los comerciantes cuando llegaban al puerto de Roma.”
El templo, cuyos fundamentos se hallan por debajo del nivel del agua, probablemente estaba dedicado a la diosa romana Fortuna, la patrona de la suerte y la fertilidad. El equipo arqueológico encontró una gran cantidad de ofrendas, como reproducciones en miniatura de vasijas, dejadas con toda probabilidad por comerciantes extranjeros.
Terrenato dice que en la antigüedad los templos erigidos en los puertos servían para cultivar la confianza mutua entre los ciudadanos y los comerciantes. “Eran como una zona comercial libre, y la diosa supuestamente garantizaba la equidad en el comercio”, comenta el especialista estadounidense.
El descubrimiento de la existencia del antiguo templo se realizó después de años de captación de fondos en Italia y EE.UU., y requirió conocimientos técnicos sofisticados. El verano pasado el proyecto colectivo de las universidades de Míchigan y Roma finalmente se puso en marcha.
La excavación fue particularmente difícil debido a que el templo está situado por debajo del nivel freático. “Están excavando en la parte inferior de esta zanja, unos 2 metros debajo del nivel del agua”, dice el arqueólogo Ammerman.
El equipo utilizó maquinaria de construcción para perforar un agujero rectangular de 4,5 metros de profundidad. Terrenato confiesa que los arqueólogos tuvieron que superar la claustrofobia para poder pasar prácticamente 8 horas al día en el fondo de la zanja.
Durante los trabajos el equipo ítalo-estadounidense descubrió lo mucho que los primeros romanos intervinieron para transformar el paisaje urbano. La Antigua Roma, una ciudad de colinas altas y valles profundos propensa a las inundaciones, experimentó muchos cambios hasta convertirse en un lugar más plano y más seco mediante el corte de las colinas y el desvío del curso original del río.
Ammerman dice que descubrimientos como este desmienten la imagen idealizada que se tiene de la Antigua Roma como “una ciudad inmutable y eterna”, como un lugar que nunca ha cambiado.
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