Le banquier est mort; vive le banquier. Es hora de admitir la derrota. Los banqueros se han salido con la suya. La gran crisis que estalló en 2008 habrá cambiado muchas cosas, un sinfín de prácticas, pero si hay algo que no ha podido romper es el derecho divino de los banqueros.
Quien formula este comentario es Philip Stephens, uno de los analistas políticos más reconocidos delFinancial Times. El mismo que piensa que los banqueros pasean triunfales por las ruinas de la gran crisis embolsándose todavía hoy bonus millonarios mientras sortean al tiempo multas millonarias.
¿Es que alguien creía que la gran crisis iba a cambiar las cosas? “Fuimos tontos”, añade.
Países enteros han quebrado, un gran número de políticos ha caído. Un sinfín de empresas han cerrado y los parados se han multiplicado alrededor del mundo. Todos somos mucho más pobres de lo que podíamos haber imaginado. Sin embargo prácticamente nada ha cambiado ni en Wall Street ni en la City de Londres. ¿Acaso el mundo se ha hecho más seguro para el capitalismo financiero liberal? La respuesta es no, argumenta Stephens.
Para apoyar su tesis, el columnista invita a fijarse en dos noticias completamente recientes que le llamaron la atención. La primera, la última multa impuesta al gigante bancario JPMorgan Chase y la otra, que los bancos centrales reunidos en Basilea han suavizado una serie de normas que exigen unos mínimos de capital a la banca frente a la asunción de riesgos. Lo notable de esos dos informes, señala el autor, es que parecen completamente insustanciales: grandes bancos que rompen la ley y reguladores financieros en retirada. ¿Qué hay de nuevo?, se pregunta.
La multa de JPMorgan Chase, después de todo, es la última de una larga lista. Bancos estadounidenses y europeos han tenido que confesar toda una serie de delitos que van desde el lavado de dinero y la fijación del tipo de interés a estafar a los clientes o cometer prácticas imprudentes. Pero estas multas “causan tan sólo una pequeña mella en las vastas cantidades que extraen de los sectores productivos de la economía”.
¿Qué ha cambiado?
Es cierto, admite el columnista, que las leyes han cambiado y se ha endurecido la regulación para frenar las prácticas más atroces. Los requerimientos de capital son ahora más severos, reduciendo ligeramente el riesgo para los gobiernos y reduciendo en la misma pequeña proporción la carga que deberán asumir los contribuyentes en caso de quiebras bancarias.
La ley Dodd-Frank refuerza la protección sobre los inversores, y actúa sobre el riesgo sistémico con una fuerte supervisión y regulación de las firmas financieras. Además de establecer una división entre las funciones de los bancos comerciales y la banca de inversión.
No obstante, la estructura básica del sistema, con sus incentivos perversos, sus instituciones demasiado grandes para quebrar y sus ejecutivos demasiado poderosos, se mantiene intacta, piensa Stephens.
A su juicio, la combinación directa entre banca comercial y operaciones de alto riesgo sigue existiendo, y los contribuyentes todavía proporcionan grandes subvenciones en forma de garantías que, perversamente, alientan a los bancos a tomar más riesgos.
En definitiva, lo que hemos visto son solo una serie de “retoques ” en lugar de la reorganización radical necesaria para que el sistema sea seguro. Lo que Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal de EEUU, llamó “la asignatura pendiente” sigue siendo eso, una asignatura pendiente, concluye.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario