Ni los hallazgos arqueológicos o las pugnas políticas entre islamistas y laicos ocupan hoy la atención de los egipcios, centrada en la nevada que vistió de blanco zonas aquí y la península de Sinaí, noreste. Esta capital, construida hace más de dos mil años en medio del desierto, tirita por las bajas temperaturas y espera con impaciencia la evaporación de las aguas.
Todo un día de lluvia el viernes llenó de agua las calles de esta capital, donde las precipitaciones de cierta magnitud son un espectáculo inusual.
Los residentes en los pisos altos vieron con incredulidad este viernes la caída de aguanieve, con pequeños copos que se derretían antes de llegar al suelo.
Pero en la urbanización del este cairota de Medinati la historia fue otra: los niños salieron a las calles a construir muñecos de nieve mientras sus mayores luchaban por poner en funcionamiento los automóviles más acostumbrados a un calor infernal, que a un frío que llevó los termómetros hasta los dos grados sobre cero.
La nevada ocasionó una disputa entre la Oficina Meteorológica y los medios, según los cuales es la primera ocasión que ocurre en un fenómeno semejante desde 1855.
El organismo especializado se abstiene de dar fechas y los cairotas, que son empecinados, aseguran que ni siquiera sus bisabuelos recuerdan semejante invasión de agua y hielo y mucho menos haber tenido la oportunidad de haber construido un muñeco de nievo, que hasta la víspera viernes sólo conocían por fotografías.
Lo que ha sido ocasión de júbilo para algunos es inconvenientes para otros, en especial los pescadores de Alejandría y Damietta, en el norte, varados en tierra por el cierre de los puertos en ambas ciudades.
Otros que sufren son los refugiados por el conflicto en Siria que soportan los embates del frío en precarias instalaciones y los palestinos, en especial los de la franja de Gaza, a quienes el bloqueo israelí tiene sumidos en la oscuridad por la falta de combustible.
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