Cecil Mayne y Frank Carr, un buen día decidieron salir a efectuar una serie de prospecciones a ciertas montañas en Wyoming. Esto se produjo en octubre de 1.932. Salieron con la esperanza de encontrar oro a través de algunas rocas situadas en el Monte San Pedro. Después de varias horas de escalada, encontraron una zona donde pusieron una carga de dinamita. La carga abrió una gran oquedad en la roca, aislada del mundo exterior, en la que al internarse descubrieron una de las momias más extrañas jamás descubiertas.
La momia estaba sentada en posición de piernas cruzadas. Medía solo 18 cm de alto y la figura, estando de alto, como máximo hubiera tenido 36 cm. El peso de aquella momia era de unos 350 gramos y tenía una cabeza muy extraña. No se parecía a una cabeza humana, pero con el tiempo la radiografiaron y descubrieron que la momia tenía huesos similares a los de un ser humano en miniatura.
Distintas vistas de ser
Hubo muchos debates sobre la edad que pudo haber tenido aquel ser cuando fue momificado. Algunos decían que se trataba de un niño que sufría alguna forma de encefalitis y parecía un adulto debido a sus deformidades faciales. Sin embargo, las vértebras y los dientes correspondían a los de un adulto de por lo menos 65 años de edad. Esto despertó una gran especulación sobre el origen de la momia.
Según el folklore mesoamericano, las antiguas tribus nativas de los Arapaho, Sioux, Cheyenne y Crow hablaban en sus antiguas leyendas sobre la existencia de la que llamaban “gente pequeña”, que decían tener de unos veinte centímetros a medio metro de altura como mucho. Algunas tribus los conocían como “los pequeños comedores”, en otros se decían que eran espíritus curanderos, similares a los duendes y las hadas.
En cualquier caso, estas leyendas eran bien conocidas entre los indios mucho antes que los europeos pisaran tierras norteamericanas. Para los Shoshone, indios de Wyoming, esta pequeña raza de personas se conocían con el nombre de “Nimerigar” y sus leyendas hablaban que esta gente pequeña solían atacar con pequeños arcos y flechas envenenadas.
La existencia de esta raza nunca fue verificada y su ubicación tampoco llegó a determinarse, pero lo cierto es que durante los últimos años la momia pasó por varias manos hasta que su último propietario murió en la década de los años ochenta, en la que se pierde totalmente la pista de dicha momia, desapareciendo totalmente.
Otros esqueletos de este tipo fueron encontrados en el área de Cochocton, en Ohio, en lo que parecía un cementerio en el que existían numerosos restos de esta raza enana. Y en 1876, otro antiguo cementerio en Coffee, Tennessee, se documentó haberse descubierto una ubicación de seis hectáreas que contenían los restos de miles y miles de personas enanas como la momia del Monte San Pedro.
JL / Mundo Desconocido
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